Festival de cine

Wes Anderson se pierde en los confines de sí mismo en Cannes

La mayor parte de su metraje transcurre en un vasto desierto estadounidense durante un concurso escolar dedicado a los fenómenos astronómicos

Imagen de ’Asteroid city’.

Imagen de ’Asteroid city’.

Nando Salvà

La nueva película de Wes Anderson fue rodada en la localidad madrileña de Chinchón, pero nadie lo diría. Su metraje no incluye una sola evidencia de ese hecho y, aunque lo hiciera, daría igual. Su verdadero escenario no es sino el estilizadísimo universo que su cine ha ido construyendo y que, a medida que se convertía en icono cultural y hasta en meme, ha crecido peligrosamente en amplitud y densidad. Presentada hoy a concurso en Cannes‘Asteroid City’ ciertamente no es tan recargada y laberíntica como el anterior trabajo del director, ‘La crónica francesa’ (2021), pero un así se presenta tan atiborrada de personajes -no todos ellos de este planeta-, y planos narrativos, y elementos de ‘atrezzo’ meticulosamente colocados en cada plano que solo se deja admirar desde la distancia. No hay hueco para entrar en ella.

La mayor parte de su metraje transcurre en un vasto desierto estadounidense durante un concurso escolar dedicado a los fenómenos astronómicos. Por imposible que suene, todo aquello no es sino una obra teatral dividida en multitud de actos, y periódicamente Anderson cambia de nivel de realidad para ir mostrándonos, en blanco y negro, sus preparativos y lo que sucede entre bambalinas; de vez en cuando, aparece en pantalla un narrador que comenta ambas ficciones desde la suya propia.

Los personajes suman varias docenas, y casi todos hablan tanto, y a tal velocidad, que para un cerebro normal resulta francamente difícil seguirles. Anderson , en todo caso, no se preocupa por perfilarlos; prefiere deleitarnos con sus composiciones virgueras y llenas de detalles, el tipo de imágenes que uno querría tener colgadas decorando el salón. Sin embargo, la rapidez con la que se suceden impide que nos dé tiempo a admirarlas. El chorreo de información verbal y visual es tal que, literalmente, uno sale del cine agotado.

Bellocchio contra Pío IX

Los fanatismos de índole política o religiosa son uno de los temas esenciales en la carrera del italiano Marco Bellocchio y, en su nuevo trabajo, lo toca sirviéndose de un caso de que se dice que fue vital para la creación del estado moderno de Italia. Segunda de las aspirantes a la Palma de Oro presentadas hoy, ‘Rapito’ cuenta la historia de Edgardo Mortara, un niño judío residente en Bolonia que en 1858 fue apresado y secuestrado por orden de Pío IX, trasladado a Roma y convertido al catolicismo.

Las autoridades eclesiásticas dijeron a sus padres que podrían recuperar al pequeño si se convertían al catolicismo, pero se negaron. El caso sirvió para endurecer la opinión que ya prevalecía tanto en Italia como en el extranjero de que el gobierno del Papa sobre una gran área del centro de Italia era una afrenta a los derechos humanos en una era de liberalismo y racionalismo, y se convirtió en el germen de la contienda que culminaría con la pérdida de Roma por parte de los Estados Pontificios. Lo bueno de la recreación que Bellocchio lleva a cabo de su vida es que logra mantener la intensidad dramática propia de un ‘thriller’; lo malo es que está tan preocupada por dejar clara la villanía de Pío IX y sus secuaces que pierde las formas. A su retrato solo le faltan los cuernos y el tridente.