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75 años de amor en Nigrán

Carmen Giráldez y Francisco Soto celebran sus bodas de brillantes mañana en una fiesta en su barrio

Paco y Carmen posan felices en su casa del barrio de O Viso, en la parroquia nigranesa de San Pedro de A Ramallosa. Ricardo Grobas

“Secreto non hai. Traballar, divertirse e tirar para diante”. Carmen Giráldez González y Francisco Soto Pino se encogen de hombros ante la manida pregunta sobre la fórmula para llegar a tan longevo aniversario de casados. Cumplieron los 96 años de edad en agosto y en abril, respectivamente, y ahora se disponen a conmemorar sus bodas de brillantes en Nigrán. 75 años de felicidad que se les sigue notando en la cara. Quedan seis meses para la fecha oficial, pero las celebraciones empiezan mañana viernes con una fiesta vecinal al aire libre con baile en su barrio, el de O Viso, en la parroquia de San Pedro de A Ramallosa.

Y es que al matrimonio que probablemente ostente el título de veterano del Val Miñor no le puede faltar la música. Francisco la lleva dentro “desde pequeno”. Siempre ha sido su pasión, asegura. Tocó la caja en su juventud con sus primos en una charanga que se hacía llamar Os Miúdos. Quizás fue entonces cuando Carmen se fijó en él. Ninguno recuerda exactamente cómo se conocieron porque son vecinos de toda la vida. “Só tiñamos que cruzar a estrada”, recuerdan sonrientes. “Coincidiamos na fonte de pequenos, que daquela non había auga corrente e había que ir buscala, traballando no campo....”, rememoran. Pero donde empezaron a forjar su duradera relación fue de fiesta. “Daquela facíanse gaiteiradas e alí nos xuntabamos os mozos e bailabamos”. Empezaron a gustarse a la tierna edad de 16 años y se casaron a los 20. Fue un día de marzo de 1948. No recuerdan cuál exactamente – “pasou tanto tempo...”, justifican divertidos–, pero no han dejado de celebrarlo siempre que han podido. No olvidan sus bodas de oro hace un cuarto de siglo y las de plata, hace medio. Y entretanto, tres hijos, cinco nietos y un bisnieto de 6 años “que da xenio velo como canta e como baila cos vídeos das Tanxugueiras”. Lo lleva en la sangre porque a Carmen y a Francisco les encanta la música tradicional, pero tampoco hacen ascos a las piezas para marcarse un agarrado. “Bailabamos ben o tango. Cada vez que había unha comida ou unha festa facíannos o corro e aplaudíannos”, cuenta ella y asiente él. Hace tiempo que no practican pero no descartan animarse mañana a saltar a la pista en la fiesta a la que acudirán a partir de las 17.30 rodeados de familiares, amigos y vecinos. La organiza el Concello de Nigrán para rendirles homenaje porque son “un exemplo”. Ellos lo agradecen. Están “encantados, moi contentos, pero non sei se merecemos nós tanto”. Tiran de modestia, pero lo cierto es que son una pareja muy querida en el vecindario y en el resto del municipio.

Foto de Carmen y Francisco en su boda.

Foto de Carmen y Francisco en su boda. Cedida

A él lo conoce todo el mundo en Nigrán por Paco da Fe, porque fue agente de seguros de la compañía en Vigo durante cuarenta años, hasta que se jubiló hace treinta. “Cobraba os recibos e facía clientela”, explica. Ella se dedicó a trabajar en el campo y atender a la familia. Echan la vista atrás y hacen un balance positivo de sus vivencias juntos. “Sempre houbo que loitar pero foinos ben”. Pudieron conocer mundo –Argentina, Brasil, Uruguay, Marruecos...– y han disfrutado también del turismo patrio a través de los viajes del Imserso.

“Cando bailabamos o tango facíannos o corro e aplaudíannos”

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También guardan recuerdos amargos, aunque casi todos anteriores a su unión. La infancia de Carmen fue especialmente cruda. Su madre murió cuando tenía 6 años y a su padre lo mataron los falangistas poco después de estallar la Guerra Civil, cuando acababa de cumplir los 10. Once meses más tarde, fallecieron también los abuelos que la acogieron. Una tragedia que sigue haciéndola llorar y que la dejó “sin ir case á escola”, lamenta. Francisco no vivió experiencias tan traumáticas pero también se tuvo que poner a trabajar enseguida.

Todo mejoró desde que están juntos y siguen disfrutando de la vida con una salud envidiable y mucha complicidad. No perdonan su partida de cartas cada tarde. “El é moi fino pero tamén lle gaño algunha vez”, apunta ella con picardía. Le dedica una mirada chispeante y él le corresponde con una gran sonrisa. Siguen enamorados y enamoran. El amor no tiene edad. 

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