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Baíña aprende lengua de signos

La asociación cultural apuesta por la inclusión y entre sus actividades de ocio oferta un taller para romper las barreras de la comunicación

El alumnado del taller de lengua de signos de Baíña muestra el signo de aplauso ante la escuela de O Burgo. MARTA G. BREA

El caso de Samantha Savitz, una niña sorda que ya habrá cumplido los 4 años, dio la vuelta al mundo en febrero de 2019. Frustrados por no poder comunicarse con ella por la calle o en el parque, sus vecinos de la ciudad de Newton, en el estado americano de Massachusetts, contrataron un instructor para aprender lengua de signos. Un gesto de solidaridad que conmovió a los cinco continentes. En Baíña no necesitan un objetivo concreto para iniciarse en el lenguaje gestual. La asociación cultural y social de la parroquia baionesa ha incluido un taller para romper las barreras de la comunicación en su oferta de actividades.

A las sesiones de pilates, gimnasia para mayores y elaboración de cómics añaden la lengua de signos. El objetivo es abrir una vía natural a la inclusión de las personas con discapacidad auditiva o diversidad funcional, pero también responder a la demanda de los socios, asegura Santiago Rodríguez, portavoz del colectivo. No solo lo solicitaban familias de personas con necesidades especiales, sino también algunos jóvenes para sumar méritos a sus currículos y ampliar sus expectativas laborales, explica.

Doce personas participan en el taller de dos meses, tras el que quedarán para practicar lo aprendido

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Una docena de personas participa en el taller, de dos meses de duración. En ocho semanas no hay tiempo para conocer en profundidad la lengua signada, pero tampoco es que la antigua escuela de O Burgo, donde se imparten las clases, sea una academia para profesionales del ámbito social. “Lo que pretendemos es aprender fórmulas básicas para entablar una comunicación, atender en un restaurante o en un supermercado a quien lo necesite...Y lo hacemos a través de juegos, con canciones, de forma divertida”, indica la monitora.

“Para ampliar conocimientos y posibilidades comunicativas”, se han inscrito en la actividad la mayoría de los alumnos. Se trata de ayudar a la comunidad sorda, a la que la pandemia ha complicado especialmente la vida. “Un 90% de los sordos se desenvuelven leyendo los labios, pero las mascarillas los han dejado sordos y ciegos”, indica la profesora. Pero también se trata de conocer un lenguaje que puede ser útil en muchas otras circunstancias. “Ayuda mucho a mantener la agilidad mental, a trabajar la memoria... Para la tercera edad es un ejercicio estupendo”, añaden.

Las clases terminarán pronto y el grupo busca fórmulas para no olvidar lo aprendido y piensa ya en organizar quedadas para conversar. “Esto es como cualquier otro idioma, o practicas o te olvidas”.

La vieja escuela de O Burgo ya es local vecinal

Cerrada hace once años por falta de alumnos, la antigua escuela de O Burgo se ha convertido ya en espacio vecinal. Tras un año con sus cursos desperdigados por diversos espacios –multiusos Ángel Bedriñana, local parroquial o colegio de Fontes– la asociación cultural e social de Baíña ha encontrado allí su lugar. En sus aulas se imparten clases para todas las edades. Pilates, gimnasia para mayores o cómic y están previstos talleres de costura y plantas medicinales suman medio centenar de alumnos.

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