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Araceli Regueiro, la primera profesora civil del "Juan Sebastián Elcano"

Araceli Regueiro en el timón del “Juan Sebastián Elcano” CEDIDA

Hace diez años que los guardiamarinas del “Juan Sebastián Elcano” cursan un grado en Ingeniería Mecánica y seis que se incorporaron los primeros civiles al profesorado a bordo. Pero hasta hace dos meses, los oficiales de la Armada jamás habían asistido a las clases de una mujer no militar. La primera en el emblemático buque escuela es Araceli Regueiro, ingeniera y edil de Gondomar, que vive la experiencia como “una de las más enriquecedoras de su vida”.

Su currículum académico y profesional es envidiable y sus experiencias dentro y fuera de España con tan solo 31 años, incontables. Pero “una de las más enriquecedoras” es sin duda la actual. Pocos civiles pueden presumir de participar en la undécima vuelta al mundo del Juan Sebastián Elcano, la que conmemora el quinto centenario de la primera circunnavegación mundial emprendida por Fernando de Magallanes en 1519 y culminada en 1522 por el marino que da nombre al emblemático buque escuela de la Armada. La gondomareña Araceli Regueiro Pereira sí. Y además ostenta el “título” de primera profesora mujer no militar a bordo.

Es ingeniera industrial especializada en mecánica y doctorada en Eficiencia Energética y Sostenibilidad en Ingeniería y Arquitectura. Su vocación es la docencia “desde niña”. Tanto que desde que finalizó la tesis en 2017, con formación complementaria en Austria y Alemania, ejerce como profesora y está implicada en la gestión educativa a nivel municipal como concejala en el Ayuntamiento de Gondomar. La vida le ha dado la oportunidad de cambiar las aulas del Centro Universitario de la Defensa de Marín, adscrito a la Universidad de Vigo, por las de a bordo del bergantín-goleta durante tres meses y no ha dudado en embarcarse hacia una aventura en la que, según asegura, aprende casi más que sus alumnos.

El barco partió de Cádiz en agosto y volverá al mismo punto en julio tras pasar por 17 puertos de todo el mundo. Ella lo tomó el 6 de diciembre en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil y desembarcará a finales de marzo en la filipina de Manila. Durante el viaje imparte la asignatura de “Máquinas de Fluidos”, parte del plan de estudios del grado de ingeniería mecánica que los guardiamarinas reciben como parte de su formación integral de 5 años en la Escuela Naval Militar de Marín.

Araceli es una mujer comprometida con el entorno que la rodea. Ejerce su cargo como edil de Educación desde ultramar gracias a la tecnología y siempre ha estado presente en la actividad social y cultural del municipio. Toca en el grupo de gaitas Novos Aires de Couso, participa en actividades como las alfombras florales de la villa condal y, hasta que el coronavirus irrumpió en nuestra era, colaboraba con la asociación Bicos de Papel con talleres para niños hospitalizados en el Álvaro Cunqueiro.

“Aquí descubres que se puede vivir con poco y que lo que vale son las personas”

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Lo hace todo por enriquecimiento personal, motivo que la llevó a emprender esta travesía. “Para mí es un orgullo y un privilegio vivir esto. Mientras las personas compiten por ser las mejores y adquirir todo tipo de bienes materiales, aquí uno desconecta de esas obsesiones y se centra en vivir, en disfrutar del día a día, en aprender, en hacerse mejor persona… Uno aquí tiene que aprender a vivir en un espacio muy pequeño y conseguir que ahí esté todo lo que necesita. Aquí descubres que se puede vivir con muy poco y que lo que vale son las personas. Estamos en el buque más emblemático de la Armada Española, pero por encima de su valor patrimonial e histórico, está el más grande de todos, el valor humano de su dotación”, explica.

Esa comprensión de lo esencial surge para Araceli en medio de un bullicio constante, rodeada de una tripulación de 236 personas, tan solo tres de ellas civiles. La presencia femenina en el barco es reducida –solo 8 de sus 62 alumnos son mujeres y hay 40 en total en la dotación–, cuestión que “no supone ningún problema”, recalca.

Pese a navegar a vela, el ruido de los generadores, depuradora y potabilizadora los acompañan las 24 horas. Ha tenido que acostumbrarse a ello y a “no dejar nada encima de la mesa porque puedes volver y encontrártelo en el suelo”. Nada que no compense “la sensación de ver tierra después de 15 días seguidos navegando, las maniobras generales, el trabajo unísono al ritmo de los chifles de los contramaestres, los conciertos de la banda para amenizar las tardes…” Nunca había navegado más que hasta las Cíes y “en una ocasión en un ferry enorme de Bari a Dubrovnik en unas vacaciones de verano”, apunta, aunque apenas le haya costado hacerse con la vida a bordo.

Un grupo de guardiamarinas sigue una clase de Regueiro en el buque escuela de la Armada Cedida

A las 6.30 de la mañana se pone el uniforme. No es obligatorio para los no militares pero “es una forma de sentirme una más y de no tener que pensar qué te vas a poner”. Sigue un horario estricto de clases durante todo el día y el tiempo libre lo ocupa en el pequeño gimnasio a bordo, paseando por la cubierta, “observando el horizonte, charlando y leyendo”.

Lo más difícil de esta gran vivencia quizás hayan sido las navidades, las primeras lejos de sus seres queridos. Pero a todo le encuentra una parte positiva. “Cualquiera puede pensar que es duro estar lejos de la familia, pero en el momento en el que llegas te sientes uno más dentro de esta gran familia que te ofrece en el buque la Armada. Puedo decir que el mejor regalo de estas fiestas para mí ha sido pasarlas rodeada de las personas que componen la dotación”.

Tampoco la crisis sanitaria supone ningún reparo para ella en esta situación porque las medidas de seguridad “son muy estrictas”. “Antes de embarcar hay que pasar una cuarentena de 14 días con todas las pruebas que garanticen que estás libre de COVID. Una vez en el barco la vida no ha cambiado, pero sí cambia la llegada a los puertos porque no puedes bajar. También se dejaron de hacer recepciones oficiales y visitas al barco”.

Hay quien dice que de la humanidad aprenderá de la pandemia. Araceli lo hace, ayudada además por esta travesía en el “Elcano”, que le sirve para reforzar su espíritu de superación: “La vida no puede parar y, por muchos obstáculos que nos pongan, hay que luchar y salir siempre adelante. La Armada está dando un buen ejemplo de ello manteniendo el cronograma planeado en esta vuelta al mundo”.

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