Por fin la nadadora mosense Celia Iglesias ha vuelto a su segunda casa: la piscina municipal de Mos, donde aprendió a nadar a los 65 años y donde ha pasado los últimos 23 cosechando más de medio centenar de medallas. Tras el parón impuesto por la pandemia, esta superabuela fue ayer la primera en estrenar los protocolos de seguridad de la piscina de Mos en su reapertura, seis meses después de que el Covid-19 la cerrase con pestillo. "Estoy contentísima; fue muy duro estar tanto tiempo sin nadar", comentó Celia tras acabar el primer entreno de su "nueva normalidad".

"Después de la cuarentena estuve de un lado para otro. Fui a la piscina de As Travesas y a la de Teis, pero ya tenía ganas de recuperar mi rutina y venir a la de Mos", explica Celia, que antes del estado de alarma acudía tres veces por semana a nadar, puntual, a las 8 de la mañana. "Me lleva mi hijo, al que le tengo mucho que agradecer porque fue él quien me animó a apuntarme a un curso de natación a los 65 años. Al principio pasé mucho miedo, pero ahora me doy cuenta de que me cambió la vida", relata la nadadora de 88 años, que ayer volvió pisar las instalaciones de la piscina municipal de Mos "en cuanto abrieron, a las 8 horas".

Antes de que el coronavirus lo paralizase todo, Celia ya creía que la natación era su mejor terapia para mantenerse sana y valerse por sí misma a pesar de su avanzada edad, pero el confinamiento se lo confirmó. "Al dejar de ir a nadar me empezó a doler todo. Cuántas veces fui a urgencias porque me dolía la pierna de noche y no me dejaba dormir", recuerda esta mosense que, con 88 años, vive sola en la parroquia de Dornelas.

"Es mejor que quedarse en el sofá, se lo recomiendo a todo el mundo, aunque seas mayor, cuando entras en el agua los años se llevan mejor", insiste la nadadora, que se operó de un menisco a los 77 años. "El médico me dijo que esa intervención solo se les hacía a los jóvenes, pero que a mí me operaba porque iba a nadar", cuenta orgullosa, al mismo tiempo que recuerda que en un campeonato gallego le ganó a una mujer de Barcelona "porque la medalla se tenía que quedar en Galicia".

A esa distinción hay que sumar otras cincuenta y varios trofeos. Una cifra que seguramente siga in crescendo, pues en sus planes no entra dejar de competir. Entre octubre y noviembre se presentará a las pruebas de clasificación que queden más cerca de Mos para "ir a los campeonatos en enero, donde toquen, a cualquier punto de Galicia". "Cuando llego todos los miembros del jurado me hace una fiesta, son muy buenos conmigo", dice Celia, que acude a todas las pruebas en compañía del hijo "que me metió en esto".

Ni una pandemia frena a esta mosense, que a dos años de los noventa es todo un ejemplo de superación. Aunque le da "muchísima pena todo lo que está pasando" no le tiene miedo al coronavirus. "Si hacemos lo que nos mandan y respetamos las distancias se puede hacer de todo. Tenemos que seguir con nuestras vidas", sugiere la octogenaria, campeona de natación.