La pandemia también deja huella en la milenaria tradición que sirve de antesala al verano en los montes del Val Miñor y Baixo Miño. Los curros se plantean este año como necesidad sanitaria para desparasitar a las "burras" -como llaman en dichas comarcas a los equinos criados en libertad en las sierras de A Groba y O Galiñeiro- y garantizar su supervivencia cuando apriete el calor. La fiesta", con permisos específicos de la Consellería de Medio Rural, la Subdelegación del Gobierno y los ayuntamientos correspondientes.

El calendario habitual se vio alterado este año a causa del estado de alarma. El curro que inaugura la temporada el segundo domingo de mayo, el de A Valga, se aplazó hasta la llegada de la fase 2 y fue la semana pasada cuando los ganaderos de la zona obtuvieron el permiso para reunir un total de 300 animales, con varias patrullas de la Guardia Civil como único testigo.

Ayer le tocó el turno al de Torroña, el más numeroso en garranos. Pudo celebrarse en su primer domingo de junio de siempre, aunque también en la intimidad y bajo vigilancia de las fuerzas de seguridad. "Los animales vienen cargados este año de parásitos, y es muy necesario desparasitarlos para que no se debiliten", comentaba ayer el secretario de la Asociación de Gandeiros de Cabalos da Groba, Xavier Álvarez Blázquez, quien cifró en unos 800 los caballos que quedaron listos para el verano.

Curros en la intimidad

Curros en la intimidad

Restó espectáculo la falta de público y también las mascarillas, que impedían contemplar la expresión desencajada de algunos de los "aloitadores" durante el ritual en que doblegan a las "bestas" para cortarles las crines y marcarlas a fuego. "Este año no es una fiestaque acudieron a la cita sin los aplausos multitudinarios de siempre. Apenas algunos familiares los contemplaban desde el muro del recinto.

La ceremonia ancestral se quedó en una especie de sesión sanitaria masiva al aire libre y así se espera que se sucedan las próximas rapas del entorno. Las administraciones han autorizado ya el próximo domingo la de Mougás, también en Oia. El siguiente llegaría el turno de Morgadáns, en el municipio de Gondomar, donde se celebrará también el de San Cibrán el último domingo de junio.

Para agosto, si la pandemia lo permite, quedan los llamados curros de la mosca, los que se organizan para retirar los parásitos del verano a los caballos. Esta vez servirán también para implantar los microchips pendientes, obligatorios para la identificación de los equinos.