Los templos religiosos de Tui han tenido ocupado a Rosendo Estévez durante los últimos 10 años. Y no porque a este vigués de 71 años, casado hace medio siglo en el municipio tudense, haya sentido una llamada repentina de fe; sino porque ha dedicado su jubilación ha reproducir a escala las quince iglesias y capillas de las diferentes parroquias de Tui. Un trabajo que le ha llevado "cientos de horas", pero que ahora contempla con satisfacción.

Después de trabajar toda su vida, primero en una empresa de maquinaria de oficina y después como técnico de reparación de cajas registradoras, Rosendo cogió la jubilación con ganas de seguir ocupado. Primero empezó una colección de monedas antiguas y más tarde confeccionó relojes de sobremesa; pero donde encontró su verdadera pasión fue en la marquetería. De forma totalmente autodidacta comenzó haciendo un carro del país y un hórreo, hasta que se atrevió con la primera capilla tudense: la de la Virgen del Camino de Rebordáns.

Y tras ella, llegaron las de Ribadelouro, San Bartolomé de Rebordáns, San Julián del Monte Aloia, Baldráns, Frinxo, Guillarei, Randufe, Paramos, Rebordáns, Pazos de Reis, Areas, Malvas, Pexegueiro y Caldelas. Al igual que un padre cuando le preguntas por su hijo favorito, a Rosendo le cuesta elegir su preferida, aunque acaba citando a la de Pexegueiro porque "fue la que más trabajo me dio y cuando la acabé sentí una satisfacción enorme".

De todas tiene algo que contar. La fachada de la de Randufe la tuvo que repetir hasta en tres ocasiones; la de Caldelas casi no la hace porque es la que menos le gusta y cree que "no luce tal y como está ubicada"; reproducir todos los detalles que tiene la de San Bartolomé que ha traído algún que otro quebradero de cabeza; y a la de San Julián le falta la campana porque en el momento que la recreó todavía seguía el hueco del campanario vacío por el robo que hace cinco años dejó a la capilla del Monte Aloia sin su instrumento protagonista.

"Soy muy detallista, me he podido equivocar, como mucho, un milímetro al reproducirlas a escala", cuenta Rosendo, que ha seguido un manual de trabajo muy meticuloso: "primero visito las capillas y saco hasta cien fotografías de cada rincón; luego las mido y elaboro un croquis en casa, pero al final siempre tengo que volver más veces porque me queda algo por medir o alguna foto por sacar". "A veces recurro a Internet porque in situ no se ven los tejados y los tengo que buscar en Google Maps", cuenta, al mimo tiempo que recalca que "yo de dibujo no tengo ni idea". Si le sumamos a eso que es autodidacta y que a raíz de varias operaciones tiene problemas de movilidad y sensibilidad en la mano derecha, el mérito es mayor.

Atesora cada maqueta en su propia urna de madera, también de confección propia. Por el momento no se ha marcado nuevos retos. Aunque valoró completar la colección reproduciendo la iglesia de San Francisco, lo ha descartado porque "solo se ve la fachada". Mientras no aparecen nuevos proyectos, a Rosendo le gustaría exponer sus maquetas para que los tudenses puedan conocerlas. "Muchos vecinos no saben donde está la de Paramos, por ejemplo", se asombra.