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Equipo en depresión

El Celta y Coudet, agarrado con más fuerza que nunca a sus mandamientos, naufragan ante el Valladolid víctimas de su planteamiento, su inmovilismo y el infinito acierto del rival

Marchesín se lamenta durante el partido. Efe

Coudet se enfrenta a su primera crisis severa desde que se sentó en el banquillo del Celta y está por ver la altura que alcanza. Quedan ya muy lejos los días en que la llegada del argentino alborotó el vestuario y cambió el aire de un equipo que llevaba dos años salvándose de la ruina en el último momento. Esa paz que proporcionó supuso un bálsamo que hizo olvidar cuestiones que hoy irritan o resultan incomprensibles. Ya pocos se acuerdan de aquello porque el fútbol exige constantemente nuevas emociones y ambiciones renovadas que este equipo no es capaz de transmitir. Al Celta y a Coudet se le acaban los pretextos sobre los que ha construido sui discurso desde que el balón echó a rodar en el mes de agosto. Justo en el comienzo de la serie de partidos que conducen al Mundial y que debían reportar los puntos para disfrutar de una existencia tranquila ha llegado un naufragio terrible en Valladolid ante un rival menor que sacó petróleo de sus escasos recursos y castigó a un Celta previsible hasta el dolor. Coudet volvió a abrazar un plan que no funciona y a retocar la alineación solo en aquellas posiciones que menos dudas habían generado. El resultado, un lógico desastre que obliga a una profunda reflexión. En el vestuario, en el despacho del entrenador y en la planta noble de Príncipe.

El equipo de Coudet

Y tanto que lo es. Ayer el técnico volvió a recurrir a su versión de alineación “prudente” en la que Beltrán y Tapia aparecen en la alineación para confirmar que con ellos en el campo el Celta dejar de suponer una gran amenaza para el rival. Una alineación pensada para recuperar el balón, pero no para golpear al rival. Es un problema repetido. Los vigueses se hartan de recuperar porque corren y trabajan con dedicación, pero luego hay una parte del juego que consiste en convertir ese balón en una situación de peligro. Y ahí naufraga el Celta. Los pivotes no tienen capacidad de llegada, Cervi es inofensivo de cara a la portería rival y solo Oscar puede ser dañino porque entiende y sabe cómo pisar el área del rival. Eso descose al Celta y limita los problemas para el rival. Sorprendentemente ante un contrario que estaba en situación delicada Coudet eligió protegerse y este Valladolid, cogido con pinzas y con evidentes carencias en defensa como demuestra cada domingo, pedía a gritos que se le atacase. Los vigueses solo lo hicieron a ratos.

¿Está haciendo Coudet una buena gestión de la plantilla del Celta?

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Los cambios

No existía debate sobre Unai y tampoco sobre Gabri Veiga. La pareja de centrales que venía jugando mostraba una cierta fiabilidad y el canterano ha sido un soplo de aire fresco en las últimas jornadas por su capacidad para hacer cosas diferentes. Pues ellos fueron quienes se quedaron en el banquillo. Y Coudet alineó como acostumbra a aquellos que sí despiertan más dudas. Una de esas decisiones que penalizan a un entrenador incapaz de prescindir de sus pretorianos. Si necesitaba menear el equipo por la acumulación de partidos volvió a equivocar el tiro.

Larsen

En medio de la mediocridad que se ha instalado en el Celta emergió una vez la figura de Larsen, uno de los pocos que se salvan de la quema de ayer. El noruego volvió a dejar una acción que pone de manifiesto sus condiciones y su inmenso futuro. En la mejor jugada del Celta del primer tiempo, con una buena salida por la banda de Cervi, recogió un balón con metros por delante para sentar a Feddal con un movimiento de cintura y luego entregar de forma generosa el balón a Oscar para que el talaverano anotase a puerta vacía. Un delantero que aún no ha anotado, con los problemas de ansiedad que eso suele generar, aparcó cualquier clase de ambición personal en ese momento para garantiza el gol y el bien del equipo. Dice mucho de él como futbolista y como compañero.

Javi Galán

El caso contrario es el de Javi Galán, acelerado y excesivo en todas sus intervenciones. Su primera parte, sobre todo en defensa, fue un despropósito. Rosa, el canterano que jugó por su costado, le generó no pocos problemas y él respondió al desafío de la peor manera. El poco peligro que generó el Valladolid llegó en acciones a balón parado que él pudo haber evitado. Entre ellas el 1-0 que empezó a arruinarlo todo.

Balón parado

Vale que el balón parado, como se cansan de decir lo entrenadores, no tiene tan fácil arreglo como se piensa sentado delante de la televisión. Tiene más que ver con responsabilidades individuales y estados anímicos. El Celta ayer se comió los dos primeros goles de esta manera. El segundo llegó cuando el equipo parecía haber entrado mejor tras el descanso. Y se desvaneció como un azucarillo, como un equipo sin alma, justo lo que nunca le ha faltado con Coudet en el banquillo. Y eso sí que es un síntoma preocupante.

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El Real Valladolid - Celta de Vigo, en imágenes La Otra Foto (LOF) / EFE

El banquillo

Ni con el 4-1 y en medio de una semana de tres partidos Coudet echó mano de los futbolistas que menos utilizan. Es cierto que era un “papelón” entrar en escena con ese panorama, pero ¿cuándo van a jugar tipos como De la Torre que el día que pisó Balaídos demostró que puede darle cosas al equipo? Incluso en esa situación Coudet es más Coudet que nunca.

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