Osasuna desnudó las miserias de un Celta improductivo, carente de recursos y yermo con la pelota, que sumó sin paliativos su segunda derrota consecutiva del curso. El escalofriante ejercicio de impotencia firmado en El Sadar recuerda de forma alarmante al peor Celta del pasado curso, con el matiz de que la angustia del descenso no atenazaba ayer al grupo de Óscar García como para que a duras penas fuese capaz de conectar dos pases seguidos con sentido. El partido, de largo el peor de lo que va de curso, fue un monumento a la incoherencia, un conjunto de despropósitos de una pobreza creativa devastadora.

Demasiadas cosas recuerdan a las penurias del pasado curso y no parece ahora tanto un problema de actitud como de aptitud, pues la tenue mejoría defensiva de los tres primeros partidos se diluye rápidamente y la incapacidad para generar juego en los últimos 30 metros del campo se perpetúa.

La supeditación al talento de Aspas, el único capaz de hacer que suceda algo interesante, lejos de atenuarse, crece en cada partido. Más allá del moañés, el Celta se pierde en la irrelevancia.

urgen refuerzos

Los problemas permanecen y las soluciones no llegan. Basta un rápido vistazo al plantel para darse perfecta cuenta que la plantilla no ha mejorado con respecto a la del año pasado. La única diferencia significativa es la incorporación de Renato Tapia, un futbolista que aporta estabilidad, pero cuya llegada no ha resuelto ninguno de los problemas crónicos que llevan más de dos años atormentando al Celta: falta de verticalidad, carencia de desborde, nula profundidad por banda, saturación de juego interior, exceso de futbolistas de similar perfil, abusiva dependencia de Aspas... Y el fondo de armario, lejos de ser profundo, se estrecha. Lo que ha llegado no ha mejorado lo que había. Se han ido Rafinha, Bradaric y Smolov y han llegado Vadillo, inédito después de cuatro partidos, y Miguel Baeza, un chico que promete pero al que no se puede cargar de responsabilidad.

Crece la impresión que desde el club no se han tomado nota de los errores o se han calculado más las necesidades, pues no se ha incorporado el perfil de futbolistas que se necesitaban y, a la vista del rendimiento que están ofreciendo gente como Denis Suárez o Santi Mina, se ha sobrevalorado lo que se tenía. Y con pocas horas de mercado por delante y escaso margen de maniobra económico, parece difícil que llegue algo interesante.

errores de gestión

La dirección de Óscar desde el banquillo contribuyó a amplificar la penosa imagen del Celta contra el equipo rojillo. Si el problema era el cansancio, el técnico debió mover algo más el equipo. El esquema elegido (un inédito 4-1-4-1 con Tapia de volante y Aspas como único delantero) favoreció el atasco y la elección de recursos tampoco funcionó, con independencia de que la aportación desde el banquillo acumulando piezas de ataque resultó inocua y dejó una vez más al descubierto (al margen de haber recibido dos golazos) los problemas de este equipo para reaccionar con el marcador en contra. No se percibe en este Celta una idea definida de juego. Las dudas que la gestión del técnico arrojó al final del pasado curso no se han disipado.

solo contra el mundo

La historia de este Celta es la historia de Aspas contra el mundo. Nadie en este equipo es capaz de descargar de responsabilidad al moañés, abocado a un papel de salvador que no siempre podrá interpretar. ·El Celta no puede vivir perpetuamente a expensas de que Aspas frote la lámpara.

insuficiente consuelo

La mejor noticia del partido fue al final el debut en Primera División de otro canterano, en este caso Miguel Rodríguez, que entró en ya con el 2-0 en plena sobrecarga de piezas ofensivas para buscar, en 10 minutos, una remontada imposible. Aunque el estreno de un chico formado en la casa siempre resulta gratificante, no es precisamente Rodríguez el delantero que necesita ahora el Celta.