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El pasado es otro planeta

VAR, normas draconianas e interrupciones en el juego forman parte del nuevo fútbol, en el que sobrevivirá quien mejor se adapte - Fran Escribá responde en la alineación a su perfil de yerno ideal

Montoro contacta con el balón muy cerca de la cara de Denis Suárez. // R. Grobas

"El pasado es otro planeta", afirma el divulgador Neil deGrasse Tyson cuando habla de las extraordinarias transformaciones científicas, económicas y sociales que ha experimentado la humanidad en los últimos siglos. Quizás seamos muy similares a nuestros antepasados en físico, unos centímetros más altos o unos años más longevos. Pero apenas nos reconoceríamos como miembros de la misma especie en nuestra visión del mundo. Nosotros seríamos extraterrestres a sus ojos; ellos, simios toscos y brutales. Nos separaría una mutua incomprensión.

La muerte nos separa y dulcifica el proceso. Pero existen momentos en que la evolución se acelera, cazándonos en medio. Etapas de fractura, de vuelco y revolución. Como si el espacio-tiempo se plegase sobre sí y nos permitiese cohabitar en dos tiempos diferentes. Sucede hoy con el fútbol moderno. Lo contemplamos como el campesino al primer coche que adelantó a su carro; como un aristócrata a quien los sans-culottes abuchean camino de la guillotina. Con esa misma incomprensión, que comparte el verdugo -"¿Qué quieres que haga yo?", parecía decirle Prieto Iglesias a Hugo Mallo-.

Vivimos la época de la implantación del VAR. Del fútbol discontinuo, de las reglas draconianas -manos, pisotones- sin margen a la interpretación arbitral. "Esto es el hazmerreír", se indigna Mallo. "Nos cargamos el fútbol", denuncia Escribá. Quizás solo nos estemos cargando el fútbol que conocíamos. Para nuestros hijos, será normal defender al ariete de puntillas y lanzarse al corte entrelazando las manos a la espalda. No se alborotarán en las gradas pese a las constantes y largas interrupciones del juego, reducido a ese instante entre revisión y revisión. El fútbol que amábamos es otro planeta. El que antes se adapte al moderno sobrevivirá mejor.

cuestión de jerarquía

Mouriño se ha cansado de entrenadores aventureros, que igual te llevan a la gloria que al desastre. Escribá es el yerno ideal: predecible, sereno, ordenado, cumplidor. Aplicó en la alineación todo aquello que se esperaba. El descanso liguero le ahorró cualquier dilema al respecto. Mallo sustituyó a Kevin y Mina, al Toro. Y seguramente Rafinha hubiese reemplazado a Brais. Escribá es un entrenador de orden: tiene un dibujo, un estilo, un once ideal, una jerarquía. Será rígido o fiable, según decida el balón, igual que Mohamed pareció flexible y acabó resultando diletante. El partido de ayer no sirve en la evaluación.

de la rabia al cálculo

Se le agradece a los jugadores la actitud. El Granada, posiblemente desorientado por la situación, se conformó con proteger desde la posesión aquello que la inercia de su superioridad le iba ofreciendo. El Celta se sostuvo en pie, con solidez en sus menguantes líneas y el impulso de la rabia. Extrañó ver a Denis Suárez tan airado como Iago Aspas. Más allá de la sensación de injusticia o impotencia que las dos expulsiones habían provocado, a Denis se le nota consciente de su responsabilidad, de su primacía en el equipo. A la reacción colectiva de coraje, que denota personalidad, le siguió un mejor control emocional. Importante porque el Celta estaba empezando a perder el siguiente partido. Escribá supo limitar daños.

encrucijadas del destino

Beltrán, amado del celtismo, había comenzado la temporada de manera efervescente. Ahora le caerá un partido de sanción y Okay, tanque diésel, acumulará varios días más de entrenamiento. Es posible que el madrileño se despida de la titularidad durante mucho tiempo. Pione cayó en desgracia por sus flaquezas, sus excentricidades y una negativa a marcharse que puso en riesgo el fichaje de Rafinha. El danés saltó ayer al campo con un entusiasmo merecedor de mejores circunstancias. Se pareció en esos pocos minutos al Pione de su llegada, atrevido y eléctrico. El esquema de Escribá no lo incluye como pieza importante. Pero son la pelota y sus encrucijadas las que determinan el destino de cada jugador.

necesidad de valentía

Sergio Álvarez ha construido su carrera contra las dificultades. Rubén Blanco, sobre las facilidades, que pueden ser un obstáculo más retorcido. Blanco ha tenido que convivir con las expectativas, su temprana condición de héroe y los planes de un club que le ha reservado la portería del primer equipo desde que era un adolescente. Convivir con semejante presión ha sido difícil. Rubén Blanco parece por fin asentado en un tono regular convincente. Es hora de que aproveche esa comodidad para pulir defectos. Escribá ha revelado que trabajan en las salidas de los arqueros. A Blanco se le pide valentía en balones como el del 1-0. Aunque algún día cometa un error aparatoso, sabe que a él le contarán más la sucesión de pequeños aciertos.

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