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Y el Castilla se vistió de Madrid

ä Como le sucede ahora al Barcelona, en 1988 el equipo blanco jugó en Vigo con la Liga en el bolsillo solo cuatro días antes del choque de vuelta de semifinales de la Copa de Europa ante el PSV ä El Celta, que buscaba la clasificación para la UEFA, no pudo pasar del 0-0

Alvelo conduce un balón presionado por Camacho durante el partido de abril de 1988. // FDV

Para la "Quinta del Buitre" la Copa de Europa fue una obsesión nunca cumplida. Aquella brillante generación de futbolistas persiguió el máximo entorchado europeo de un modo casi enfermizo. Pero en el camino se encontró una piedra gigantesca (el Milan) y una serie de pedruscos que le fueron apartando de aquel sueño. El que más daño les hizo posiblemente fue el PSV. Por la relativa inferioridad del rival y por las ocasiones que el Real Madrid dejó por el camino en aquella eliminatoria resuelta un 20 de abril de 1988 en el Phillips Stadium.

Lo curioso de esta historia y que cobra especial interés ahora mismo es que cuatro días antes de aquella visita a Eindhoven al Real Madrid le correspondía rendir visita a Balaídos para enfrentarse al Celta. Una situación que recuerda inevitablemente a la que se vive en estos momentos con el Barcelona que vendrá a Vigo antes de acudir a Anfield para zanjar su enfrentamiento con el Liverpool en busca de la final de dentro de un mes en el Wanda Metropolitano.

En aquella ocasión Leo Beenhakker tiró del mismo manual que aplicará Ernesto Valverde el sábado y se presentó en Vigo con un equipo repleto de suplentes y de chavales repescados del Castilla entre los que había un puñado de jóvenes aspirantes a futbolistas que acabarían haciendo carrera en el fútbol profesional como Aragón, Mandiá, Aldana o Juanjo Maqueda. El técnico holandés solo desplazó a Vigo a tres de sus teóricos titulares: Camacho, Jankovic y Gallego. Únicamente los dos primeros fueron titulares. En la capital de España se quedaron futbolistas como Buyo, Sanchís, Míchel, Gordillo, Hugo Sánchez o Butragueño. Como sucede con el actual Barcelona, el Real Madrid llegaba a Vigo también con la Liga en el bolsillo. No matemáticamente, pero disfrutaba de una cómoda ventaja de ocho puntos con seis partidos por jugar. En los tiempos de la Liga de dos puntos -y con buena parte de sus tradicionales enemigos en horas bajas- eso era una absoluta garantía.

El Celta no peleaba por salvar la categoría como es el caso de la actual temporada, pero el equipo que entrenaban el tándem que formaban Manolo y Villar estaba en medio de la pelea por clasificarse para la Copa de la UEFA aunque en plena discusión con la directiva presidida por Rivadulla debido a la negociación de las primas.La discusión llegó al punto de que el día antes del partido ante el Real Madrid la directiva hizo público un comunicado en el que se negaba a pagar "un dinero extra por la salvación a un equipo que está en los primeros puestos".

El Celta alineó un equipo formado por Maté, Nacho, Hagan, Maraver, Rodolfo, Zambrano, Vicente, Julio Prieto, Alvelo, Camilo y Maric. Por su parte Beenhaker envió al campo una alineación de circunstancia que formaban Ochotorena, León, Mandía, Mino, Camacho, Maqueda, Aragón, Jankovic, Aldana, Llorente y Santillana. En la segunda parte entró en el campo Antonio Maceda que llevaba casi dos años sin jugar un partido. Uno de los grandes centrales españoles de la década de los ochenta se había lesionado de gravedad en el Mundial de México de 1986 y desde entonces no había vuelto a jugar un partido oficial. Balaídos le vio reaparecer de forma efímera antes de colgar las botas para siempre. Su entrada al campo se produjo en medio de una ovación que contrastó con la pitada que se llevó el Real Madrid en la salida al campo. A los pitos de los aficionados del Celta se sumaron también las peñas y los aficionados madridistas que había en la grada y a los que la presencia de un equipo que parecía el Real Madrid B no sentó demasiado bien.

El partido resultó un tostonazo de mucho cuidado. Demasiada precaución en ambos lados que desembocó en un empate a cero goles. El Real Madrid, pese a la alineación, no quería hacerse daño y el Celta se tomó el partido con cuidado. La mejor ocasión del choque la tuvo Mandía en un disparo que se estrelló contra el larguero de la portería que defendía Maté. Cumplido el trámite el Real Madrid se enfocó en el partido de Eindhoven donde no sería capaz de sacar más que un empate sin goles. Resultado inútil después del1-1 de la ida.

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