Si Ernest Hemingway levantara la cabeza, no se lo creería. El 7 de julio, el día grande de las fiestas de San Fermín, arrancó de manera atípica sin encierro en las calles de Pamplona, que a las ocho de la mañana presentaban una imagen absolutamente inusual en estas fechas, sin corredores, ni toros.

No obstante, un grupo de corredores del encierro, de blanco y rojo, se acercaron hasta la cuesta de Santo Domingo para entonar ante la imagen de San Fermín los cánticos habituales previos a la carrera ante un nutrido número de medios de comunicación.

Este año, debido a la pandemia, la feria del toro, al igual que el resto de actos festivos, han sido suspendidos, por lo que ni los toros correrán desde los corrales de Santo Domingo hasta el coso pamplonés.

Esto es algo que no sucedía desde hace cuatro décadas, en concreto desde 1978, cuando sucedieron los incidentes en los que murió Germán Rodríguez. En aquella ocasión los Sanfermines se desarrollaron con normalidad hasta que al final de la corrida de toros del 8 de julio, la policía entró al ruedo con la orden de retirar una pancarta de los tendidos de sol en la que se pedía la liberación de los presos políticos, y acabó abriendo fuego sobre las peñas, lo que derivó en aquella muerte por herida de bala y nunca aclarada. Hoy Pamplona sí recordará a Germán Rodríguez.