Un día cualquiera es cualquier día de un pinchateclas. Nuestro trabajo es menos importante de lo que algunos de nosotros se cree que es. Ojo, lo no importante no es incompatible con lo apasionante. En cualquier caso, casi siempre, todo tiende a ser, más o menos. Encontrar las medidas justas de las cosas es tarea complicada y siempre depende del aparato de medida.

Me levanto, me logueo --mierda, tengo que cambiar la contraseña- y ficho telemáticamente (en ese orden, en principio). Leo los correos, me indigno de ocho a ocho y diez y ahora ya sí. Listo para escribir un poco en el lenguaje que entienden los ordenadores hasta que llega el recreo a eso de las once y dos. Café, y hoy, por lo que sea, está Ana Rosa. Hoy toca ronda rápida de soluciones a todo: coronavirus, sanidad, desempleo... ¡Qué lástima que todo el mundo tenga la solución menos el Gobierno! Esperemos que la encuentren rápido encendiendo la tele o llamando a mi padre. Un correo por aquí, un todo está bien por allá y puede que algún commit. Me deslogueo y ficho (en ese orden, fijo).

Salgo a comprar reclamando por derecho mi rato de intimidad, paradójicamente, en el supermercado, rodeado de desconocidos. Fuera de mi casa superpoblada a cualquier hora en estos días. Sensación curiosa que me da pistas de que puede que no sea un día cualquiera. Puerros, café, yogures, pavo... "Esos puerros no hace falta pesarlos", me dice una voz que salta desde detrás de una mascarilla. En realidad nunca antes había comprado puerros. Más pistas. Me pongo a la cola, detrás de uno y antes, ya, de otro. Equidistantes. Equidistante una voz por megafonía que nos recuerda, por el bien de los clientes, que mantengamos la distancia de seguridad. Escalofrío implacable que me recorre la espalda a cada iteración del mensaje.

Todos somos conscientes que no son días cualesquiera para muchos. Hay gente que se juega la vida a diario --qué fácil se dice- y que aplaudimos a las ocho. La rutina hace de lo inusual, lo cotidiano; y de lo extraordinario, lo ordinario. No dejemos este reconocimiento en el folclore y reconozcamos esa labor, también, cuando nadie mire. Gracias enfermeros, policías, bomberos, cajeras, barrenderos, transportistas, médicos... Esos sí que son trabajos importantes cualquiera que sea el día.