Al igual que hiciera el día de su elección como Sumo Pontífice, Francisco nos convocó, primero, para rezar un Padrenuestro por el fin de la pandemia. Dos días después, protagonizó una histórica homilía en una plaza de San Pedro que, por primera vez, lució completamente vacía, ante la cuarentena obligada por el coronavirus, e impartió una extraordinaria bendición 'urbi et orbi'.

Miles de personas seguimos desde diferentes medios de comunicación las consoladoras palabras de un pastor en el que se vislumbraba una vigorosa fuerza espiritual, pero físicamente agotado y con un semblante apesadumbrado.

Escuchando a Pedro nos sentíamos profundamente acompañados y llamados a no tener miedo, y a anunciar que no estamos solos en medio de esta tormenta que supone la pandemia. Pedro está en la barca y el Señor nos guía. "Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades. Nos encontramos asustados y perdidos. Nuestra fe es débil". "Señor, ¡no nos abandones!", exclamó Francisco al señalar que la pandemia, una "tormenta inesperada y furiosa", es una "tempestad que desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades".

Ante el icono de la "Salus Populi Romani" y la imagen del Cristo de San Marcelo, Francisco nos invitó a remar juntos, pues todos estamos en la misma barca, invitándonos así a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia.

El Papa elevó su súplica al Señor, y nos pidió que confiásemos en Él y que respondamos a su llamada de "convertirnos". El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. "Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida y entreguémosle nuestros temores para que los venza". Francisco aseguró que si hacemos esto, experimentaremos, al igual que los discípulos, que con Él a bordo no se naufraga porque "tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido sanados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie se separe de su amor redentor".