Tenemos la costumbre, por desgracia, de juzgar y meter a todos en un mismo saco. En efecto, es un error garrafal ya que, por suerte, no todos actúan y piensan siguiendo las mismas convicciones que el resto de su gremio. Pero en este sector puedo llegar a decir que la inmensa mayoría sigue los mismos hábitos que sus antecesores y sino, a las pruebas me remito.

Este debate ha existido y existirá, pasará de generación en generación, de unos colectivos a otros y provocará el mismo sentimiento: confrontación. Para lo que algunos es intocable e ilegítimo poder hablar con tono crítico sobre ellos, para otros piden que se elimine el estatus y los rangos que hasta ahora pueden disfrutar y dar una visión de la realidad de lo que son y no lo que hacen creer.

¿Ejemplos?, no hace falta que nos vayamos muy lejos para confirmarlo. Cuesta entender la doble moralidad: una casa, por no decir un pazo, para hombres de fe y en sus soportales se cobijan personas sin recursos; la repugnancia que da el pensar que gente que ama a personas de su mismo género y en su intimidad provocan traumas a pequeños seres de por vida; pedir donaciones para x motivo y en sus arcas recibir las retribuciones oportunas de sus altos cargos y, de paso, librarse otro mes de no tributar esas posesiones tan expandidas y ocultas a veces; y más ejemplos pero no llegan estas 30 líneas.

Hay una cosa clara que se confirma cada vez más y es que aquellos que presumen e, incluso, alardean de dignidad, de ejemplaridad o de humanidad incluso, al final son peores que aquellos a los que llaman pecadores.

La conclusión a la que se llega pensando detalladamente, es que esa moralidad al final no va ligada con las creencias o tradiciones a la que estamos sometidos en todos los aspectos de nuestra vida, sino a una educación en la que no debe haber límites de conocimiento o manipulaciones. Con esto no critico ni juzgo las creencias, al final todos terminamos creyendo en algo o alguien, pero sí me tomo la osadía de expresar el sentimiento de contrariedad que la Iglesia en sí me produce con sus actos.