Este mes de diciembre recién pasado, lo he pasado haciéndome unos exhaustivos chequeos por mor de un aneurisma aórtico estomacal y unos cálculos biliares, --vulgo piedras-- y hasta el último día del año, el 31, no me han dado los resultados a los que solo les faltaba el informe preceptivo.

Ellos me han mantenido con los serios problemas y recelos propios del caso y que en mi persona se multiplican temiendo lo peor.

Al final, la doctora, una jovencita muy amable y muy campechana, ha calmado todos mis temores reduciéndolos a la mínima expresión y casi ahuyentándolos en su totalidad. Pero, ya se sabe:hipocondríaco que es uno y humanos somos.

Siguiendo las indicaciones médicas estoy pasando hambre, pero me consuelo cada mes que acudo a la báscula y, de verdad, que soy la envidia de muchas mujeres y señoras. De andar y caminar, ni te digo, aunque llueva a cántaros y el día que no lo hago lo echo en mucha falta. Pena que a estos años, me esté haciendo un mulo muy resistente, atléticamente hablando.

Y así, para celebrar dichas pruebas, este fin de año con la tarta en una cena que ya tenía olvidado cómo era, le añadí un chupito de un muy buen whisky. Me dormí como hacía tiempo que no lo hacía. Además de contento, caliente y feliz, después de un año abstemio total.

Vamos, que me puedo morir mañana, pero eso sí, -¡ojo!- me moriré completamente sano, pues todos los estándares de azúcar, colesterol, tensión y demás son más que razonables, muy aceptables.

Y no se lo creerán, pero morirme sano es una cosa que no me consuela demasiado.