A veces juzgamos con dureza acciones espontáneas que no cuentan con la sensatez del análisis pero sí con la inocencia de la naturalidad, como la historia de la propina humilde que se transformó en prepotencia.

Es verdad que carece de humildad quien alardea de riqueza pero, también, que la ostentación es buena amiga del dinero, poco humilde y amante marcador de diferencias que asesora a su manera al derrochador de dinero, que lo mismo gasta un millón en un hotel que veinte mil en propinas, agradecido por un trabajo bien hecho. Quien vive con lujo sin renegar de la condición de rico que la vida dispuso para él pero también regala vida por el camino sin importarle si mañana necesitará de las propinas del presente, debiera ser juzgado por su generosidad más que por su ostentación, pues al fin y al cabo, el fútbol es arte gracias a artistas como Ronaldo o Messi.