La sociedad del espectáculo. Al pueblo hay que darle espectáculo para que su atención no se centre en los temas importantes. Hoy, algunos gobernantes usan la misma política de "pan y circo" de los endiosados emperadores romanos que disfrutaban del poder y divertían a la plebe regalando lo que nada les costaba y para que los ciudadanos no pensaran en sus verdaderos problemas. La juventud, adormecida. No es la juventud de las décadas de los sesenta y setenta. La juventud del like.

El mal que sufren los tiempos modernos es, ante todo, un mal de la inteligencia. Las camisetas de los ídolos. Gol, gritan como posesos. La necesidad de vencer en algún tipo de batalla, ya que la que realmente importa ya la tienen perdida. En los nuevos coliseos se puede gritar, insultar, berrear, por ver un estúpido trozo esférico de piel en la red del enemigo. Mientras tanto, los problemas reales quedan silenciados por los bramidos de un gol.

No nos engañemos, la culpa no es del fútbol. El fútbol solo es un reflejo de la sociedad. El circo lo ha invadido todo. La televisión y la prensa que distan mucho de tener algo de ética y que, en lugar de informar, desinforma. Prensa que se vende al mejor postor o paga favores sin importar a quién se pisotea en el camino. Servidores públicos sin ningún otro mérito que su presencia ante las cámaras, posando como "defensores" de los derechos humanos y civiles. Eso sí, a través del activismo logran hacerse populares, obtener un puesto público y, mientras tanto, el show continúa. Se autodefinen como personas con una gran sensibilidad. La adulación exagerada. La ignorancia de las masas es la principal fuerza de los gobernantes.

Al abuso del poder lo limitan las leyes. De ahí que la estrategia del poder sea proponer cebos. Alguna forma de entretenimiento social para crear una horda de descerebrados, y, en general, cualquier forma de odio a la cultura, a la reflexión y a la crítica social. No extraña que nuestros políticos sean tan ignorantes como soberbios. Mientras, a lo lejos, mentes brillantes emigradas y otras tantas en la patria se pierden en el olvido condenadas por la decadencia cultural española.

El teléfono inteligente es nuestro mejor signo de inteligencia.