Quienes ya tenemos una cierta edad, en nuestra época de niños disfrutábamos con los cuentos de Calleja. Hoy podemos revivir aquellas maravillosas historias en la televisión. Solo tenemos que conectar con las sesiones del Congreso de los Diputados y escuchar a nuestros ínclitos representantes, dignos sucesores del maravilloso editor. Se puede definir el cuento como la redacción, de palabra o por escrito, de un suceso falso o de pura invención. Hoy, a diferencia de ayer, han cambiado los personajes pero, las intenciones, las vanidades y su afán de poder es el mismo.

La tecnología nos ha aportado un cambio sustancial en la técnica, con los dibujos animados. Sánchez e Iglesias, Pedro y Pablo, representan a los Picapiedra, con una pequeña diferencia que hace que aquellos miembros de una maravillosa familia, hoy se tiren los trastos a la cabeza por el reparto de unos ministerios. Los actores secundarios, un Rivera que alguien tildó como el mozalbete caprichoso, que como no sabe jugar, rompe la baraja. En un plano secundario aparece Casado, "el despistado" que, intenta pasar "desapercibido" creyendo que a la postre va a recoger mejores resultados, yo le recomendaría que se colocara en el centro porque de no ser así corre el riesgo de no salir en la foto. Otro personaje digno de estudio es Rufián, quien pasa de "pedazo de pan" a villano según como le vaya en cada momento, sus oscilaciones entre la euforia y la relajación, son la sombra de los Picos de Europa, a veces, a educado y perseverante no hay quien le gane. La verborrea es el común denominador de todos estos curiosos personajes para intentar convencer a sus electores que a veces lo interpretan como una "mera gilipollez". En este caso para que su relato pueda tener éxito debe basarse en gilipolleces auténticas y de un cierto calado para sus electores. Todo va depender de si son líricas, épicas o filosóficas. Sin olvidarse de que cualquier líder procure basarse en temas tradicionales, la lucha entre el bien y el mal, la victoria y la derrota, las emociones, el poder, el ojo por ojo y diente por diente, etc. etc. en definitiva intentar pasar por un "buen hombre" (siempre teniendo cuidado en no enseñar los dientes). En resumen, tres meses de amagos, forcejeos y fanfarronadas. Unos, por falta de criterio, consultan a sus bases, algo que a ellos les parece muy democrático para nosotros es "escaquearse", dicho con un idioma más moderno: desvincularse del marrón. Nunca se llegan a poner de acuerdo, bueno, perdón, cuando la cuestión es ponerse sus propios sueldos, siempre hay unanimidad, caramba, no todo iba a ser negativo.