Tal vez se llamase Nieves.

El tiempo es lo único que no se puede comprar, haciéndose cada vez más ínfimo en un esfuerzo continuo por alcanzar la instantaneidad.

Un esfuerzo que comenzó en el mismo momento en el que el ser humano pudo robar el fuego para hacer que la oscuridad de la noche transcurriese más rápida alejada de las sombras de nuestros miedos.

Cada vez más conectados y, paradójicamente, cada vez más aislados dentro de la ciberconexión: whatsapps contestados en una comida con un amigo transformado en un elemento decorativo más, e-mails que nos sepultan con spam; Instagram, Facebook, Periscope, Twitter?

No eres nadie si no dejas tu rastro de vida cibernética. Y eres mucho si has conseguido moldear tu rastro a tu antojo.

En cualquier caso, es paradójico ver como los hijos de los titanes de Silicon Valley son obligados a alejarse de la tecnología creada por sus padres para volver a ser dueños de su identidad usando medios como el ábaco, la lectura en papel; los mails en papel: esos que cruzaban durante meses continentes a lomos de caballos o surcaban océanos empujados por el viento que inflaba las velas de los barcos que los transportaban; aviones correo estrellados en cordilleras infranqueables como la de los Andes. Todo para dar fe de que uno seguía existiendo; para que la distancia no extinguiese un amor; para que una guerra pudiese ser evitada? Cada día Nieves, pertrechada con un carrito lleno de buenas y malas noticias, hace su trabajo con la única ayuda de sus piernas y la de un paraguas que nunca será lo suficientemente grande para resguardarla de las inclemencias del tiempo.

No es tan rápida como un bit en la red, pero la sensación ya olvidada por nosotros, y desconocida por nuestros hijos, de abrir el buzón y encontrar una carta escrita de puño y letra de un amigo, de un familiar, es algo casi mágico.

Que como los libros en papel nunca debiera desaparecer. Porque el progreso es imparable y necesario, siempre que no renunciemos a las partes de nuestro pasado que nos han hecho llegar a donde hemos llegado.

Y porque una carta recibida puede ser la constatación de una lucha ganada, la recuperación de un derecho inalienable perdido y vuelto a recuperar.

Como la carta del Censo Electoral que he recibido anteayer, con la que mi hija que padece Trastorno de Espectro Autista ha vuelto a recuperar su voz en la sociedad.

Gracias Nieves.