En su toma de posesión como presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha afirmado que Dios está por encima de todos. No es lo mismo invocar a Dios como recurso dialéctico oportunista que practicar una política que busque el bien común, el diálogo y el respeto a los contrarios, algo que está todavía por ver en el flamante presidente, un nacionalista que ha mostrado nostalgia de la dictadura, y que justifica la tortura para acabar con la violencia.

El Papa Francisco recordaba en su mensaje de Año Nuevo que la buena política está al servicio de la paz. Y no puede olvidarse que la paz es fruto de la justicia, consistente en el respeto y garantía de los derechos humanos fundamentales.

En este sentido, Bolsonaro tiene todavía mucho que demostrar, más allá de sus discursos altisonantes. No obstante, se habla muy poco de él, lo cual quiere decir que mal no lo está haciendo.