"Es mejor malograr la propia juventud, que no hacer nada en ella" (Georges Courteline, escritor francés, s. XIX-XX).

Ya era hora que nuestros universitarios hablaran. Lo han dejado claro: "Queremos un debate claro sobre el sistema". Son jóvenes que, por su edad, no pudieron votar la Constitución en 1978, y que, hoy, la padecen más que la disfrutan, por su exclusión, tanto pretérita como actual. Debemos escucharles, son el futuro y la savia del país. El primer paso se ha dado en la Universidad Autónoma de Madrid. Han convocado un referéndum para el próximo día 29. En él quieren "decidirlo todo, ya que no están dispuestos a heredar este régimen impuesto". Más claro y breve, imposible.

Desean propugnar una crítica, sin cortapisas, al régimen constitucional vigente. Y, por supuesto, incluyen a una monarquía inviolable e impuesta bajo un chantaje. O ésta o las leyes franquistas. Una valoración de la ciudadanía sobre monarquía de la que ya no entra en las encuestas oficiales del CIS, desde hace tres años. Por el contrario, una encuesta reciente de la consultora Ipsos daba cuenta de que un 52% de nuestra población aprobaría un referéndum sobre la monarquía. Añadía en su cuestionario, que un 37% consideraba como solución optima su abolición. Abolición del que yo soy partidario, ya que es signo máximo de desigualdad.

Han abierto el melón. Y lo hacen desde la Universidad en la que estudió Derecho el actual monarca. Un monarca, que, en un acto de vasallaje medieval, fue el alumno antiguo más distinguido en palabras del actual rector, en un vídeo en el que le felicitaba por su 50 cumpleaños. ¿Distinción por aplicación o por linaje? Para mayor pleitesía cortesana, Felipe VI ostenta la presidencia de honor de esa universidad.

Abrir este melón es un acto justo y necesario de rebeldía. En un repaso a toda historia, la universidad ha sido la vanguardia catalizadora de las demandas sociales, que permitieron los cambios políticos. Y si es justo y necesario, no debería ser óbice alguno la celebración de un referéndum. Que cuarenta años después vuelva hablar el pueblo, aquel que en su día no pudo hacerlo. Que hable sin temor alguno. Que no acallen su voz los poderes actuales del Estado. Preguntar y responder no vinculan legalmente, pero mide el grado de descontento de una ciudadanía harta de unas instituciones caducas, que pastan del presupuesto que ella paga.

Mi enhorabuena a estos universitarios por su iniciativa. Les asiste el derecho y el deber de llevarla a cabo. Algo que, por cobardía, no fue capaz de hacerlo mi generación, que antes de 1978, atestaba de manifestaciones callejeras clamando libertad. ¡Salud y República!