Poemario personal dedicado a la exposición "La mirada africana", de Margarita de la Vega, en la sala Apóstrofe de Vigo, donde acudieron la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, y el alcalde, Abel Caballero, entre otras personalidades de la vida política y cultural, así como familiares y amigos de la autora, quien hasta hace poco fue alumna en el taller de pintura de Claudio Maseiro.

De mi visita a la exposición refuerzo mi actitud sobre la migración. Los que huyen de su país, en el caso del continente africano, no es por su capricho sino por las guerras y la barbarie de sus políticos. Sobre el continente africano se ciñe una realidad desdibujada a conciencia, con el objetivo de que tales naturalezas humanas que padecen tales miserias, no hagan mella ni ocasionen preocupaciones entre la ciudadanía europea que desconoce ese mundo de miseria y muerte.

Ojos que te arrastran a entender el porqué de su silencio y del grito de su mirada.

Ojos que miran y ven, observando las heridas de las injusticias sociales que nutren su rostro y angustiosa existencia.

Ojos que no lloran porque las lágrimas están secas y conforman huellas indelebles de su pena y desdicha, así como de haber vivido en suspenso.

Ojos abiertos que no se cierran ante el espanto que les domina cada día.

Ojos lacrados con la impostura de quienes hacen y deshacen y tienen el poder de codificarlos como seres ajenos a no tener en cuenta.

Ojos magnánimos que perdonan miserias y rencores que les arrinconan y parecen que están ciegos.

Ojos peregrinos que deambulan por fronteras cerradas y a dar pasos opacos sin destino.

Ojos que expresan sin palabras todo un sentimiento que inunda pupilas con propias lágrimas.

Ojos que interiorizan ilusiones malogradas y venturas sin costura.

Ojos que acarician, que muestran el cariño y la ternura de quien nunca ha podido recibirlo.

Ojos que desdibujan la realidad de aquellos que se sienten reyes y que omiten la desventura de quienes la viven.

Ojos que minan suelos en búsqueda de horizontes que no ven frente a sí.

Ojos que se cierran de día para abrirlos con los sueños de la noche.

Ojos que no pestañean ante la amargura y trazan miradas cálidas a quienes ayudan a no rendirse con la pesadumbre.

Ojos que te besan y dan calor a las palabras que pronuncian su eterna mirada.

Ojos que te llevan de la mano a su mirador y desde el mismo momento que entablan diálogo con sus pupilas hacen amistad con sus pestañas.