Soy una viguesa que vive en Barcelona. Crecí viendo la ría de Vigo desde la ventana de mi habitación. Mi abuela trabajó en una conservera, mi abuelo en unos astilleros y parte de mi familia se dedica a la venta de pescado, por lo que más que sangre por mis venas corre agua salada. Creo que no hay nada mejor en el mundo que sentarse a ver las olas golpear la costa o despertarse con el murmullo del mar en una playa. Esa calma y paz a la vez que fuerza e ímpetu que me transmite el mar, se vieron ennegrecidos tras ver hace unos días el documental presentado por Jalis de la Serna en La Sexta sobre la contaminación mundial. Días después, la misma cadena enviaba un reportero a visitar la Universidad de Vigo, donde comprobaban el nivel de plástico existente en su propio cuerpo, del que el propio reportero no era consciente.

Esta información debería hacernos pensar. Compramos pescado envuelto en plástico, tiramos el envoltorio y meses después vuelve a nosotros, esta vez dentro del estómago del pescado. Hemos llegado a crear un pseudo-continente que vaga por el Pacífico norte y de 3 veces el tamaño de Francia, completamente hecho de basura. Además, vivo a orillas del Mediterráneo, el mar más contaminado por carburos y residuos del planeta, donde me baño en verano y de donde como sus frutos. ¿Qué estamos haciendo? Vivimos en la era del plástico y dicha era va a acabar con nuestro propio hogar. Por mi parte he tomado pequeñas opciones como reciclar todo el plástico posible, dejar de utilizar productos de higiene personal contaminantes como exfoliantes con microplásticos y en general preocuparme más por mi entorno. Si limpio mi casa cada día, ¿por qué no lo hago con mi planeta, la casa de todos?