¿Cuántas veces pronunciamos la vacía sentencia de "todo cambia en un segundo", sin tan siquiera percibir en un mínimo atisbo le realidad de esas palabras? Un accidente en el coche cuando te diriges al trabajo, una fatal visita al médico, una llamada inesperada? y nuestra vida ya nunca vuelve a ser la misma. ¿Cuestión de suerte? ¿Cuestión de mala suerte? No lo sé, aunque como cualquier humano me empeño en buscar la respuesta, el esquema de nuestra existencia, el propósito de una vida; aquello que tal vez se encuentre escrito en las estrellas a las que dirijo mi mirada desde mi infancia buscando las respuestas y las esperanzas que justifiquen nuestros actos. Aunque, como decía Julio César en la obra de Willian Shakespeare, "la culpa, querido Brutus, no es de nuestras estrellas, si no de nosotros mismos?".

Puede que así sea, que nuestros actos nos definan y, por ende, definan nuestro futuro. En cualquier caso, la diferencia entre las palabras muerte y suerte estriba en una sola letra, en un único instante en el "mapa de nuestra vida", en el que la suerte dejó de serlo por una insignificante diferencia en un insignificante acto. Sorprendido por lo irónico de esta situación, he tratado de encontrar una explicación menos transcendental, que poco tenga que ver con las estrellas. Y he concluido que la etimología podría darme una razón para la que dos palabras tan antagónicas sean tan iguales. Muerte, del latín mors, con la misma raíz del verbo latín mori, morir.; suerte, del latín sortis, división de tierra de trabajo.

Y como todas las tierras no son igual de productivas, de ahí su significado de fortuna y la relación con sorteo. Como podemos apreciar hasta en su etimología la muerte es mucho menos atrayente. Y para mi frustración, la única vinculación entre ambas palabras es la tierra; esa que deja de ser una suerte cuando se trata de un cementerio donde habita el infortunio estéril de los muertos. No puedo olvidar aquel desafortunado día donde una resonancia te dijo que tus molestias en la vista se acaban de convertir en una sentencia de muerte.