Una mañana cualquiera un individuo, pongamos por nombre José, es arrestado por una razón que él dice desconocer. A partir de ese instante intenta defenderse con argumentos poco concretos alegando su total inocencia.

Esto podría constituir la crónica de una nueva noticia de las tantas que nos asaltan a diario en los medios de comunicación, cercenando nuestros sueños de progreso como al niño ilusionado que construye un castillo de arena en la playa y la marea se lo destruye sin misericordia. En nuestro caso, los castillos siempre se cimentarán en el aire, a la espera de otro caso más que nos obligue a un esfuerzo más, disipando las esperanzas de que el futuro de nuestros hijos no se encuentre obligatoriamente en el extranjero. Lo irónico es que José únicamente asumirá de algún modo como cierta, una culpa menor alegando desconocimiento: de una forma muy parecida a la que Kafka ya nos había anticipado en "el Proceso".

Ahora nos haría falta para recuperar del todo un poco de esa ilusión robada, que los delitos tengan sus castigos correspondientes y no una escenificación de cara de los infinitos sumarios abiertos por toda nuestra geografía.