Hemos cerrado 2015 y si hacemos una recapitulación de todo lo sucedido en él, quizá la noticia más impactante y triste que nos haya llegado haya sido la del niño sirio muerto en la playa. Es una imagen insoportable que obliga a desviar la mirada. Pero en cambio, es una imagen que nos debería hacer pensar. Y llegar a conclusiones. Hay que volver a ella para aprender. Y para acordarnos de este chiquitín y de todos los niños que sufren.

La primera tentación después de ver por primera vez a aquel niño ahogado posiblemente fue la de mirar hacia arriba y culpar a Dios por no ser capaz de proteger a un niño como este. ¡Qué mundo nos has dado!, fue quizá nuestro primer pensamiento. Pero a poco que reflexionemos, nos daremos cuenta de que fue la crueldad e impiedad del hombre quien lo mató, y solo es del hombre, pues, la culpa. Porque la culpa nace en un hombre que no quiere entenderse con sus hermanos, que no tiene interés en romper las barreras que le separan del otro, que no quiere amar a su prójimo. El hombre, como heredero de la Tierra, dispone de herramientas suficientes para erigir una sociedad en la que nunca sucedieran muertes como la de este pobre niño sirio.

Nuestro planeta tiene recursos suficientes para alimentar y dar calor a toda la población y Dios nos dio conocimiento sobrado para administrar este espacio del que disfrutamos. Pero en cambio, gastamos el dinero en armamento, en drogas, en placeres inútiles. Con el coste de producir un tanque, se levantan veinte escuelas en Bangladesh. Con lo que cuesta realizar una expedición turística al Himalaya, se sufragan cien pozos de agua en el África subsahariana. El hombre dispone de una capacidad intelectiva brillante, pero la utiliza en llenar sus arcas de dinero y en gastarlo luego en proteger su hacienda y en un ocio de poco recorrido, en vez de hacerlo en perfeccionar la sociedad en la fraternidad. Dios nos dio un montón de herramientas para alcanzar la paz, el bienestar y la felicidad, y nosotros, en nuestra libertad, en nuestra capacidad de elegir, hemos preferido tirar por otro camino. Nos hemos subido a la rama del mal del Árbol de la Ciencia, en lugar de hacerlo en la del bien. Nada tiene que ver Él, pues, en nuestras miserias. Debemos pensar en ello. Y debemos esforzarnos en emplear mejor nuestro conocimiento y nuestro trabajo. Arranca un nuevo año, y con él una nueva oportunidad. Hemos recibido una buena herencia, y está de nuestra mano utilizarla bien.