Ya que no se nos ha brindado al colectivo de arquitectos colegiados la oportunidad de constituirnos en cuerpo arbitral cualificado para elegir el proyecto del edificio sede, me tomo la libertad de valorar el premiado por tribunal al uso.

Diría, a juzgar por el resultado, que se premió el artefacto arquitectónico con más capacidad de sorprender de cuantos concursaban en línea con la vanguardia formal del momento, en general extravagante, para marcar impronta de modernidad y sello de distinción de clase. La inquietud innovadora es deseable en todo proyecto de arquitectura pero el culto a lo novedoso por encima de cualquier consideración suele desembocar en la desatención de aspectos esenciales. El valor de la arquitectura reside en la idoneidad práctica de sus espacios y en establecer la justa proporción entre el brillo de sus atributos estéticos y la adecuación al uso; pero la conjugación de estos dos parámetros suele ponerle las cosas muy difíciles a la originalidad, pues a diferencia de otras disciplinas artísticas, que pueden permitirse todo tipo de alegrías, la arquitectura está sujeta a la utilidad. Reconozco en el edificio valores innovadores en el apartado tecnológico, al que debe su único y engañoso atractivo a la luz de celofán que refleja su piel de poli carbonato y a la luminosidad interior dada su transparencia; aunque es discutible en términos de salubridad, el vivir envueltos en plástico. Haciendo abstracción de la luz que lo envuelve, el edificio es un artefacto realmente feo de volumetría contrahecha, indefinible e inclasificable, resultado de violentar volúmenes elementales mediante caprichosas mutilaciones, que repercuten en pérdida de espacio útil. La anarquía distributiva de los huecos de fachada, junto con esa extraña pata lateral y la cornisa inclinada, contribuyen a la disformidad del conjunto. La armonía hoy día ha devenido en arqueología de desguace. Diríase que la arquitectura actual ha encontrado su fuente de inspiración en las tensiones sociales que el progreso conlleva y se afana en materializarlas plásticamente. El espacio interior es, en general, otro canto gratuito, aunque no gratis, a la geometría dislocada que lejos de mejorar a la regular acarrea conflictos. La celebrada comunicación visual de estancias y plantas, en absoluto necesaria ha conllevado además de nueva pérdida de espacio, la falta de privacidad acústica y corrientes de aire molestas.

¿Qué decir del cutre vestíbulo de entrada, en fondo de saco, en el que el acceso al edificio se efectúa por un estrechamiento de 95 cm?. La inexistencia de sótano de aparcamiento en el edificio, demuestra no sólo falta de consideración del Colegio a colegiados y empleados, sino también torpeza financiera en cuanto deprecia el inmueble.

La excentricidad estilística de los proyectistas es evidente en el diseño de los bancos de hormigón de la plaza, cuya geometría hiriente de vivas aristas y extremos puntiagudos cuales lanzas, parece concebida para causar grave daño a usuarios y paseantes y que deberían ser demolidos de inmediato por constituir un peligro. Deduzco que tras el delirio laudatorio del presidente del Colegio en la inauguración oficial del edificio, la particular arquitectura del mismo, expuesta a militar en el apartado de la efímera y a quedar varada en el tiempo como una frivolidad de la época ha sido elegida para abanderar en exclusiva la representatividad colegial y considero que ésta debe confiarse a valores más sólidos y perdurables.