Os de Sempre entran a los desfiles del carnaval, cuando éste langüidece. Esa comparsa se distingue por gustarle más decirle adiós al carnaval que por vivirlo. Por eso sale de ruta cuando la Iglesia proclama que es Miércoles de Ceniza, cuando empieza la, en otro tiempo, temida cuaresma y solo la compra de bulas papales libraban a los ricachones de comer durante cuarenta días pescado. Os de Sempre organizan el controvertido Enterro de O Momo, que desde el año pasado se pasea por las calles del casco vello de Cangas. La comparsa reunió a toda la comitiva en el Eirado do Costal, mientras en la rúa Cervantes el Momo vibraba enloquecido a rítmo de cualquier música que sonara. Además de los miembros de la comparsa Os que faltaban, de Moaña, acompañaban a la comitiva fúnebre damas vestidas a lo Ágatha Ruiz de la Prada, también se podían ver disfraces relacionados con el clérigo, que paseaban, irónicamente, un carrito de bebe con incienso al lado.

La máscara de O Momo debe llegar al mar, a ese que hay detrás de las naves de Ojea, deshecho de tanto movimiento frenopático. No lo queman a él, ni lo arrojan al mar después de un juicio sumarísimo, sino a un muñeco que representa esta controvertida figura del carnval cangués. Arde la figura en el mar mientras Cangas se despide oficialmente del carnval, aunque no lo hace Aldán, que tiene el sábado el entierro de O Mexilón, todo un espectáculo de carnaval, donde uno se encuentra con todo. Cangas tendrá que pensar porque los desfiles de Moaña y de Aldán son tanto multitudinarios y ofrecen tanto a los que acuden a presenciarlos. "¡Non nos mires, únete!" cantaba con gracia una máscara por las calles del casco vello.