La obra que cambió la idiosincrasia de un pueblo

Ningún vecino de A Illa puede entender ahora la vida en el pequeño municipio arousano sin la existencia del puente

El puente de A Illa une la zona de O Bao, en el pequeño municipio arousano, con la de O Terrón en Vilanova.   |

El puente de A Illa une la zona de O Bao, en el pequeño municipio arousano, con la de O Terrón en Vilanova. | / INAKI ABELLA DIEGUEZ

A. G.

Existe un antes y un después del 14 de septiembre de 1985 en A Illa. Aquel día se inauguraba, tras tres años de obras, el puente de casi dos kilómetros de longitud que les abrió las puertas del continente de una forma muy diferente. Cuando se van a cumplir 38 años de aquel día, nadie en el municipio pone en duda que esa infraestructura modeló lo que ahora es A Illa.

De ello son conscientes los tres vecinos del municipio que concurrieron a las elecciones municipales: Luis Arosa, Matías González Cañón y Manuel Suárez. Los dos primeros pertenecen a la generación que nació después del puente y no conciben, más que por los comentarios de familiares que vivieron antes de que se construyese, cómo podía ser la vida sin él. Si lo sabe Manuel Suárez, al que la apertura del puente cogió en plena adolescencia y supuso “un soplo de libertad, de poder salir cuando y a donde quisieses, abrió las puertas a que muchos pudiésemos estudiar, ya que antes dependías siempre de la motora y no era sencillo compaginar todo”. También supuso “la llegada o mejora de servicios que antes o no existían o funcionaban muy mal, como la luz eléctrica, el agua de la traída, ...”

Pese a esas palabras, Suárez recuerda con mucho cariño los tiempos en los que el puente no existía, unos tiempos de infancia en los que A Illa “era un gran campo de juegos para los que éramos unos niños, porque apenas había coches”.

Luis Arosa, nacido en 1990, ni Matías González, que lo hizo en 1988, son de la generación que llegó después del puente, incapaces de imaginar A Illa sin lo que supone la infraestructura. Arosa entiende que “su llegada tuvo que ser brutal, desde las emergencias hasta la simple llegada de una orquesta para las fiestas del Carme, pasando por el impulso económico para dos sectores claves para nosotros como son el marisqueo y el mejillón, que podían colocar sus productos en cualquier lado desde el muelle de O Xufre; lo cambió todo en ese aspecto”.

González también ve el puente como “algo esencial en la vida de cualquier isleño y que nuestro trabajo nos costó conseguir, y que supuso un antes y un después a la hora de la movilidad y, sobre todo, de disfrutar de servicios esenciales que para los vecinos de A Illa resultaba difícil tener antes de su construcción”.

Remodelado en 2010, 25 años después de su construcción. Los tres ediles ven todavía que la infraestructura podía tener muchas mejoras, aunque son consciente de que el coste de hacerlas sería, muy probablemente, inasumible para la administración pública. Arosa entiende que debería contar con un mantenimiento más habitual para evitar algunas de las deficiencias que posee, pero “más allá de eso, cualquier actuación que se pudiese hacer para evitar los atascos en verano no conseguiría solucionarlos, porque acabarían creándose en el cuello de botella en O Terrón”.

La reforma de 2010 se quedó algo limitada para González. “Se priorizó el carril bici y el tránsito de personas, algo lógico, porque todos recordamos el riesgo que era cruzar el puente en bicicleta o las dificultades para hacerlo andando, pero creo que para los vehículos la situación empeoró; antes, los carriles eran más anchos y ahora son más estrechos y cualquier despiste puede provocar un accidente”, explica. Además, considera que la protección para peatones y ciclistas “es inexistente a mi me gustaría más una actuación similar a la que se hizo en el puente de O Terrón, donde existe una valla de protección y un carril bici y peatonal mucho más ancho, aunque sea solo por un lado”.

Suárez también incide en el aspecto de los peatones que “da la sensación de que están bastante desprotegidos ante una salida de vía, pero hay que reconocer que, desde la reforma, el puente se ha llenado de personas paseando”. De todas formas, Suárez echa de menos “una profunda humanización del puente, una actuación que mejore su estética, pero va a ser muy complicado”. De hecho, recuerda que en el proyecto inicial de remodelación la obra no contemplaba la balaustrada actual, pero “por una cuestión de seguridad no quedó otro remedio que poner esa”.

Ni González ni Suárez creen que sea necesario actuar en el puente para solucionar los atascos veraniegos. “La gente opta por dejar la playa más o menos a la misma hora, por eso se crean los atascos, no es una cuestión de mejorar el puente”, explica Cañón.

Suárez señala que “habrá que analizarlos con precisión y datos, pero lo cierto es que, durante el resto del año, los problemas de tráfico son prácticamente inexistentes en A Illa y se circula con normalidad. Es más, los problemas de tráfico en esas fechas trascienden lo que es A Illa”.

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