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La familia Torres centralizará su producción de albariño en Meaño

El grupo ha alcanzado acuerdos con numerosos viticultores locales, pero todavía necesita 100 toneladas de uva más

Exterior de la bodega Valdamor, en Meaño. | // FDV

La familia Torres, uno de los mayores grupos bodegueros de España, arribó a Rías Baixas en 2012, y desde entonces no ha hecho más que dar pasos para consolidarse en esta denominación de origen. Pasos discretos, pero decididos y seguros. Esta relación se hará mucho más estrecha en los próximos años, después de que los Torres hayan adquirido Valdamor, una bodega histórica de Meaño que llevaba más de dos años en liquidación por quiebra. Con esta operación, los Torres podrán ampliar su capacidad productiva, y en la próxima vendimia prevén recoger unas 200 toneladas más de uva albariña que durante el año anterior.

El grupo Torres figura entre los cinco mayores conglomerados vitivinícolas de España, con unas ventas que rondan los 200 millones de euros, solo superado por Freixenet, García Carrión o Cordorníu. Es también uno de los más antiguos, pues fundaron su primera bodega en 1870 en la comarca catalana del Penedés. Llegaron a Rías Baixas en 2012 y empezaron a producir su primer caldo, “Pazo das Bruxas”. Cinco años después, asentaron su apuesta por Galicia con la adquisición del pazo Torre Penelas, en Portas, y empezaron a vinificar el “Blanco Granito”, un albariño de crianza en piedra.

Con la adquisición de Valdamor, el grupo Torres confirma que han venido a Rías Baixas para quedarse. Hasta ahora, hacían el vino en terceras bodegas, pero a partir de ahora asumirán todo el proceso de vinificación en la antigua Valdamor. De hecho, la empresa ha manifestado a través de un comunicado que su intención es que la bodega ya esté preparada para la cosecha de este verano.

En los años 90 llegó a trabajar con 350 viticultores locales

Bodegas Valdamor debe su nombre al paraje de Xil donde se enclava, -y que para el vino se aderezó publicitariamente con la bucólica y ficticia leyenda rural según la cual el topónimo procede de “valle del amor”- y se nutría de la uva de 350 viticultores, en gran medida meañeses, pero también de Ribadumia, Vilalonga, Cambados y hasta de Portas. Valdamor tenía tanta demanda en aquellos momentos que llegó a comprar mosto en algunas grandes bodegas que preveían tener excedentes.

El propio Manuel Cabezas solía mantener antes de cada vendimia una reunión con los viticultores tratando de empatizar con ellos para obtener así una buena materia prima, comprometiendo -y cumpliendo- con el pago del 50 por ciento de la uva en diciembre y el 50 por ciento restante en junio del siguiente año. En los buenos tiempos de la bodega, llegó a tener a 15 personas en plantilla. Después llegó un periodo de sombras. Ahora es momento otra vez de esperanza.

Se crearán cuatro empleos directos para todo el año en Valdamor, a los que habrá que sumar otros de temporada. La familia Torres también avanza que seguirá comprando uva a proveedores de la zona. De hecho, su previsión es aumentar la producción este curso en 200 toneladas. La bodega ya tiene comprometidos 100.000 kilos con viticultores, pero le falta conseguir otros 100.000.

En lo que se refiere a las plantaciones propias, el grupo dispone de seis hectáreas en el entorno de Torre Penelas, pondrá en cultivo otras seis en Ribeira do Ulla y ha comprado otras ocho hectáreas para plantar el año próximo en O Salnés. La cabeza visible del proyecto de Torres en Galicia seguirá siendo en enólogo pontevedrés Víctor Cortizo, y la referencia “Pazo das Bruxas” será asimismo el buque insignia de la casa en los mercados.

El grupo vitivinícola Torres es uno de los mayores y más antiguos de España

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El importe de la operación ascendió a 2,3 millones de euros, de modo que la inversión de Torres en Galicia alcanzará los 7 millones desde que empezó a operar en la comunidad.

Las instalaciones de Valdamor ocupan una superficie de 3.000 metros cuadrados, e incluyen las salas de recepción, elaboración y crianza, además de las zonas de embotellado y expediciones. Dispone asimismo de espacio para oficinas, catas y exposición.

La compañía de Vilafranca del Penedés pretende aumentar gradualmente su producción de albariño, “ante la creciente demanda de países como Estados Unidos”, tal y como indicó en un comunicado.

“A lo largo de estos diez años hemos ido consolidando el proyecto de Rías Baixas, pensando en el territorio, su historia y tradiciones, convencidos del gran potencial de esta región y su proyección internacional. Con esta nueva bodega, podremos seguir creciendo de forma sostenible y respetuosa”, indicó el director general de Familia Torres, Miquel Torres Maczassek.

El grupo vitivinícola catalán también está presente en las denominaciones de origen de Ribera del Duero y de La Rioja.

Historia del auge y declive de una bodega que llegó a ser la séptima de Rías Baixas y que luego quebró


Bodegas Valdamor nació en 1990 de manos de una sociedad vinculada al colectivo Amigos da Cociña Galega, liderado por el ourensano Manuel Cabezas Enríquez. Un Cabezas que llegaba avalado por éxitos vitivinícolas con su gerencia en los proyectos Viña Costeira y A Patena, vinculada a Vinos Arnoia. A la par, emergió en su faceta política de la mano del PP ourensano, siendo diputado en Cortes entre 1993 y 1995 y luego alcalde de Ourense entre los años 1995-2007. De su mano Bodegas Valdamor, con una botella que se hizo singular con su color marrón y cuello estilizado, creció como la espuma. En apenas un lustro emergió como referente de la D.O. Rías Baixas y en sus años dorados de la segunda mitad de los 90 se convirtió en la séptima bodega más grande en producción de la denominación de origen y en la tercera en facturación por detrás de Martín Códax y Adegas das Eiras. Valdamor sacaba en esa época al mercado 700.000 botellas, en unas instalaciones preparadas para dar cabida a 900.000 litros.

Partiendo en precios de gama alta dentro de la D.O. el destino de su albariño era prestigiosos restaurantes de España, entre ellos el preciado Combarro en Madrid, de Manuel Domínguez quien también era uno los socios de la entidad que alumbrara Valdamor. Otro punto fuerte de esta bodegas era la exportación, mercado en el que Estados Unidos suponía el 10 por ciento de las ventas, aunque vendían a otros destinos, incluso Australia. Pero la situación cambió a partir de 2002. Manuel Domínguez Limeres fue haciéndose con la mayoría de la sociedad, mientras Cabezas se retiraba, al igual que su mano derecha en la bodega, el gerente Dionisio Oseira. Cabezas formó entonces la sociedad Terra Firme, para después comprar Bodegas Agnusdei, que se había creado en la parroquia meañesa de Simes (hoy es Vionta).

En apenas unos años el mercado empezó a dar la espalda a los vinos Valdamor. Su segunda marca, “Namorío”, no tuvo tirón y no pudo evitar que las ventas siguiesen cayendo. Las dificultades económicas acabaron asomando, mientras las añadas se reducían en las últimas cosechas a la uva de una treintena de viticultores para una producción exigua cuando no testimonial. En el plano laboral, acabó por tener sólo dos personas en plantilla. En 2019 Bodegas Valdamor hizo su última vendimia y cosecha. En bodega, vacías, 20 cubas de 30.000 litros más otras de 15.000 y 5.000. La firma cerró sus puertas. Quedaron deudas que salpicaron tanto a los trabajadores de esos últimos años como a los propios viticultores que le habían proporcionado uva. La ilusión para viticultores y la propia D.O. regresa ahora de manos de la familia Torres y, después de dos años, 2022 parecer ser el llamado al reencuentro.

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