Sofisticados pueden resultar los procedimientos de las bandas criminales para procurar que su acción pase desapercibida a las fuerzas de seguridad llegando a convertir un simple depósito estanco de aguas grises en un versátil circuíto de pruebas de navegación y que seguro nunca se imaginarían los ingenieros de la Nasa.

Pero bueno, si en Robledo de Chavela se pudo detectar la primera señal de la llegada del Apolo a la Luna casi también es plausible y nada descabellado que en el subsuelo de una nave industrial de Tremoedo se pueda verificar la flotabilidad, estabilidad, manejabilidad y precisión de planeadoras que recorrerán los océanos cargadas de sustancias alucinógenas.

Está claro que las organizaciones logísticas de las bandas gallegas, y claro está, las arousanas, prefieren el subsuelo para diseñar sus operativos, y que un manto estratigráfico cubra sus pensamientos y estrategias para burlar la presencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de tal modo que son capaces de introducir una narcolancha por el hueco del plato de una ducha.

Falta solo por encontrar los equipos de efectos especiales para completar el thriller. Porque seguro que la ambientación con el oleaje, los vientos huracanados, las fuertes tormentas con estridentes relámpagos e incluso los abordajes de una narcolancha a un narcosubmarino dentro de una piscina con un metro de agua de profundidad se realizó en innumerables ocasiones.

La historia es llamativa cuando menos, pero si es real se merece el próximo premio del Colegio de Arquitectos y una mención honorífica del de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos

La verdad es que en Vilanova de Arousa se acaba de descubrir el misterio del cuarto amarillo, ese que nadie era capaz de descifrar hasta que se levantaron unas pesadas planchas de hormigón armado, con ayuda de una gigantesca grúa, y se descubrió que bajo ellas existía uno de los océanos artificiales en el que se libran mil y una batallas.

Un espacio único que para sí querría Spielberg en Star Wars o que nunca se habría imaginado siquiera el secular Julio Verne para dar mayor emoción, si cabe, a unas aventuras que se han quedado pequeñas gracias a la realidad de la vida, a la inspiración de unos grupos arousanos que por la presión han preferido las aguas del Mediterráneo a las frías del Atlántico.

Quien ha imaginado esta infraestructura ha cruzado los umbrales del espacio sideral y ha merecido un lugar en los altares de este mundo, para siempre

Un descubrimiento que entrará sin duda en los anales de la investigación policial, convencidos de las ventajas que tiene levantar o desmontar una nave industrial para esconder unas lanchas de poliéster, con potentes fuerabordas, en una piscina subterránea.

Faltan los diques

La historia es llamativa cuando menos, pero si es real se merece el próximo premio del Colegio de Arquitectos y una mención honorífica del de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

Se echan en falta los diques, las rampas, los muertos para el atraque y un faro que ilumine la competición de las narcolanchas, pero seguro que eso forma parte del otro capítulo de Grandes Infraestructuras de la Historia, pues ha dejado de ser interesante la vida de Tutankamon.

Por fin ya no hay ni un antes ni un después de la ciencia. Quien ha imaginado esta infraestructura ha cruzado los umbrales del espacio sideral y ha merecido un lugar en los altares de este mundo, para siempre.

Sorprende lo rápido que avanza la tecnología con un mundo submarino que seguro está dominado por algún Telesat

¡Hay que descubrirse ante ellos!, y rendirles culto eterno, pues se lo merecen.