La tradición del San Xoán y San Pedro en la ría de Arousa es de largo recorrido, una comarca en la que nadie quiere perder ese contacto con el fuego purificador de las hogueras a pesar de que el coronavirus apagó muchas ilusiones.

Pero este año se abrió la mano. Las autoridades municipales han concordado permitir pequeñas fogatas en terrenos privados, en una apuesta por la intimidad del círculo festivo entre amigos y familiares.

De ahí que muchos se hayan soltado la melena por lo que la mágica velada de San Xoán iba a ser muy larga en la noche más corta del año, la del solsticio de verano.

El que más y el que menos organizó su fiesta privada. Muchos jóvenes se veían ayer tarde afanados con carritos de la compra para que no faltase de nada en la cita con las cachadas. Y claro que hubo sardinas, xoubas y churraco, pero las bolsas con botellas sonaban también en la distancia.

Era también noche para gamberradas, aquellas en las que carros y portales solían aparecer en las fincas de los vecinos. Pero sobre todo es la fecha que acerca la normalidad que a partir de sábado se notará en las calles donde ya no serán obligatorias las mascarillas.

De ahí que los servicios de emergencias, la Policía Local y también los bombeiros hayan estado en alerta de madrugada. Solo en Vilagarcía había casi 250 hogueras autorizadas, otras cien en O Grove y las mismas en Vilanova y Valga.

Ninguna se autorizó en zonas públicas ni siquiera en las playas por lo que eran de menor tamaño, pero igual de peligrosas por el viento del norte que arreció durante la tarde. Esta noche, otro tanto de lo mismo. El verano se ha incorporado con una gran fuerza e ilusión. Es el momento de las vacaciones en las que muchos estudiantes cumplieron con el rito de fin de curso.