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El Ramón Cabanillas, cantera de científicos

Los alumnos del Bachillerato de Excelencia, ayer en el laboratorio de Biología y Geología. | // IÑAKI ABELLA

Participar en un Bachillerato de Excelencia puede tener muchas satisfacciones para el estudiante, pero también le exige compromiso y una cierta dosis de sacrificio. Durante el curso, tiene dos horas lectivas semanales a mayores que los demás; en algunos casos, y según las características de la investigación que esté realizando, tiene que trabajar también un rato los fines de semana. En ciertas materias, se ve obligado a estudiar con mayor ahínco que sus compañeros.

Pero a pesar de estos peajes, la balanza se inclina a favor de la experiencia. Así lo atestiguan los doce alumnos del instituto Ramón Cabanillas, de Cambados, que acaban de presentar ante el tribunal los resultados de su proyecto de investigación sobre las levaduras enológicas, y que ha sido cualificado con un sobresaliente. “Sí compensa el esfuerzo”, afirma Mario Villanueva, para quien el mejor fruto que le han dejado los dos años del Bachillerato de Excelencia fue acostumbrarse, “al trabajo en equipo”.

La colaboración y apoyo mutuo entre los compañeros, y la aproximación al método científico son aspectos que destaca otra alumna, Cristina Betanzos. “El proyecto era muy interesante, y nos ha permitido aprender mucho sobre el tratamiento de los vinos”.

Es voluntario

La Consellería de Educación creó hace tres años y medio los Bachilleratos de Excelencia en Ciencia y Tecnología, con la finalidad de promover entre los estudiantes de Secundaria los métodos de investigación científica y desarrollo tecnológico. El Ramón Cabanillas presentó un proyecto, apoyado por la Estación Experimental de Viticultura e Enoloxía de Ribadumia y fue uno de los pocos centros de Galicia seleccionados. Tres años después, son 38 los institutos gallegos que tienen el Bachillerato de Excelencia, y el Cambados sigue siendo el único de O Salnés.

El Cabanillas es el único instituto de O Salnés con el Bachillerato de Excelencia

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Para los profesores, los beneficios pedagógicos son enormes y compensan el esfuerzo extra que hacen los chicos. “Introduce a los jóvenes en el trabajo previo a una investigación universitaria en profundidad. Es un trabajo extra en un momento complicado para ellos, pero creo que se ven recompensados”, sostiene Montserrat García, profesora del ciclo de Vitivinicultura. Durante meses, se familiarizan con el método científico, con la toma y tratamiento de datos, con la elaboración de estadísticas... Y asumen que ciertos proyectos serían imposibles sin esfuerzo y compromiso, tanto personales como del equipo.

La participación de los alumnos es voluntaria, y si bien acostumbran a ser chavales con unas notas medias elevadas, no se exige una cualificación mínima para participar. “Solo hace falta tener ganas de investigar”, afirma la directora del instituto, Lorena Amarelle.

Mosto y levaduras

Los estudiantes de la tercera promoción del Bachillerato de Excelencia de Cambados y los del ciclo superior de Vitivinicultura obtuvieron el curso pasado un blanco plurivarietal, elaborado con una mayoría de uva treixadura, “branco lexítimo”, albariño y loureira. Durante el presente curso, se centraron en la investigación de cómo afectan las levaduras al mosto de este vino.

Las levaduras son unos microorganismos unicelulares que pertenecen al reino de los hongos, y que son vitales en la fermentación, proceso biológico durante el cual se transforman los azúcares del zumo de uva en el alcohol del vino.

Los estudiantes realizaron un trabajo sobre levaduras enológicas que recibió un sobresaliente

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Los estudiantes tomaron tres levaduras -denominadas IOC, VL1 y PDM- y formaron otros tantos grupos de trabajo. Trasladaron muestras de los mostos desde la Estación de Enoloxía de Leiro -en la que estuvieron trabajando durante la vendimia- al instituto, en el cual siguieron la fermentación, mediante la toma diaria de datos.

Cada grupo estudiaba el comportamiento de una de las levaduras en el zumo, e iba registrando los cambios que se producían en el mismo, como los referidos a la presencia de azúcares o ácidos. El objetivo era determinar si el empleo de una u otra levadura produce cambios organolépticos o químicos significativos en el vino. Y se demostró que sí.

Así, por ejemplo, las levaduras PDM fueron las que aportaron mayor calidad global al caldo elaborado por los estudiantes, mientras que con las del tipo IOC se obtuvieron los peores resultados olfativos, pese a que los aromas son precisamente uno de los puntos fuertes de estas levaduras. “Los resultados se refieren a un mosto en concreto, no se pueden extrapolar a otros vinos”, advierte la profesora.

La investigación obtuvo un sobresaliente. Un broche de oro a dos años de trabajo, de esfuerzo, de compañerismo y de lecciones que quedan dentro para siempre.

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