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José Rial secretario de la extinta Cámara Agraria de Meaño

“La Cámara Agraria concienció a los agricultores sobre la necesidad de cotizar”

José Rial en su casa de Cobas.

A sus 89 años rememora la labor en pro de los labradores, desempeñada durante casi 40 años como secretario de la Hermandad Sindical de Labradores de Meaño, y luego Cámara Agraria Local, ambos, órganos hoy desaparecidos. La Hermandad desempeñó una labor crucial durante el Régimen a la hora de concienciar a los campesinos de la importancia de empezar a cotizar a la Seguridad Social para tener reconocida en el futuro una pensión de jubilación, que hasta entonces no habían conocido.

–Durante su tiempo, muchos meañeses se referían a usted como Crisanto en detrimento de Pepe Rial ¿A qué se debía aquel cambio de nombre?

Crisanto era el nombre de mi padre. Natural de Vimianzo, acabó afincándose en Cobas, conde ejerció como maestro de escuela toda su vida. Él fue un hombre muy implicado con la parroquia y con los labradores. Esa entrega siempre se la reconoció la parroquia, y su nombre, poco corriente, se le pegó a muchos. Quizá en recuerdo suyo, muchos me llamaban Crisanto, pero yo no lo soy. Amén de mi padre, Crisanto es también mi hermano, y un hijo mío.

–¿Cuándo y cómo llega usted a la Hermandad Sindical?

–Antes, durante el primer franquismo, existía en Meaño, como en muchos lugares, la Corresponsalía de Previsión Social, que era un órgano que se encargaba de tramitar todos los expedientes relacionados con el campo y la seguridad social. Luego le sucedió la Hermandad Sindical de Labradores, asentada en Galiñáns, justo al lado de lo que fuera antes la Corresponsalía. Yo llegué allí en los años 50 con algo más de 20 años, al superar una oposición muy sencilla, por la que accedí al cargo de secretario de la Hermandad.

–¿Cómo se organizaba aquella entidad?

–Las Hermandades Sindicales de Labradores eran órganos creados desde arriba en tiempos del Régimen. Su administración debía estar en manos de labradores del municipio. Existía un presidente local que era Marcial Iglesias Fernández, y luego, estaban los vocales de los cabildos, un representante por cada parroquia. Yo, en mi función de secretario, era el único que percibía salario, los demás no.

La Cámara Agraria, un servicio que debería permanecer


–Las Cámaras Agrarias Locales desaparecieron ¿Tendrían razón de ser hoy?

–Yo me jubilé en 1996 y las Cámaras Agrarias desaparecieron en Galicia un tiempo después. La Xunta, a través de sus Extensiones Agrarias, fueron asumiendo el personal. Los enseres y el material que había dentro de la Cámara meañesa pasó a manos de la Xunta y lo retiraron de aquel inmueble. Incluso se llevaron una caja fuerte con documentación, que era tan grande que los operarios tuvieron que sacarla por una ventana del local, porque no pasaba por la puerta. Cierto que, fuera de Galicia, las Cámaras Agrarias se mantienen en otras partes de España. Pienso que seguirían teniendo utilidad en Galicia, al igual que la tienen las Cámaras de Comercio que siguen existiendo a día de hoy. Su labor sería muy importante hoy para poner en valor el rural.

–Con esos 40 años dedicados a una labor con los labradores meañeses, y a sus 89 años: ¿Cómo le gustaría ser recordado?

La verdad es que nunca me lo pregunté… Quizás que me recuerden como la persona que fui, que pasé haciendo el bien a las personas y a los labradores, de los que yo siempre me sentí parte.

–¿Qué función cumplía la Hermandad Sindical?

–La función principal era administrar la Seguridad Social desde las aldeas. Se trabajaba en concienciar a los labradores sobre la necesidad de empezar a cotizar por su profesión en el campo, que era una tasa muy pequeña, de unas 5 pesetas al mes. Esa cotización, sostenida a lo largo del tiempo le daría derecho a una pensión, pero no incluía atención médica, porque aún no existía la cartilla de la Seguridad Social. Toda la tramitación de cotizaciones, pensiones y demás se hacía a través de la Hermandad. Yo, como secretario, era quien tenía que dar fe de ello.

–¿Intervenía la Hermandad en otros ámbitos, caso de desavenencias entre labradores?

–En algunos más, sí. Intervenía con las llamadas conciliaciones sindicales, a modo de arbitraje para solucionar conflictos entre labradores, que solían estar relacionados con las servidumbres de paso. Nosotros visitábamos la zona, escuchábamos a las partes y se intercedía para solventar la disputa. Se llegaba a un acuerdo en la inmensa mayoría de los casos.

El San Isidro más tradicional


–La celebración de San Isidro en Meaño, cuya imagen hoy permanece en la iglesia pero cuya celebración ha desaparecido, ¿fue una iniciativa de la Hermandad Sindical?

–No, era una fiesta muy arraigada de antiguo en Meaño y tenía mucho seguimiento por parte de los labradores. Lo que sí hizo la Hermandad fue asumir el festejo y darle un empujón, con fuegos y hasta trayendo una banda de música, generalmente la de Meaño y, en ocasiones, Castrelo. El presidente Marcial Iglesias dedicaba cada año mucho dinero de la cooperativa a la fiesta de San Isidro. Luego, se decidió la construcción de un nuevo local, que se erigió en el Campo da Feira en el centro de Meaño, y que pasó a actuar ya como Cámara Agraria Local. La obra se acometió en los años 70, de manos del cantero José Iglesias, y esa casa se financió con los fondos, que a lo largo de los años fuera recabando la cooperativa San Benito. A la par se fue sumando una aportación de los labradores que se mantuvo durante años, en base a una módica cuota de 25 pesetas al año. 

–¿Creó usted muchos vínculos con los labradores a lo largo de sus 40 años ligados a la Hermandad?

–Fueron vínculos profesionales a la par que afectivos, en mi condición de vecino del municipio y también como labrador. Yo les iba cumplimentando cualquier impreso o documento, con los datos que me daban y que tenían que presentar. Era una labor sencilla para mí, pero que para ellos, al no saber escribir, era un obstáculo enorme.

Los labradores veían en la Hermandad un órgano de autoridad

José Ríal "Crisanto" - Secretario de la extinta Cámara Agraria de Meaño

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Y es que los labradores eran muy respetuosos y veían en la Hermandad un órgano de autoridad. En otros casos, a falta entidades bancarias y las dificultades de un labrador para acceder a un crédito, se recurría al préstamo entre particulares. En unos años, donde mucha gente no sabía leer ni escribir, y firmaba con la huella del dedo, los labradores recurrían a la Hermandad para elaborar un documento privado, y dar fe del préstamo que se realizaba y las condiciones pactadas. Yo, como secretario, era la persona que se encargaba de ello. La Hermandad venía a cubrir así una laguna importante.

–También la venta de abonos, y sulfatos pues no había tiendas...

–La celebración de San Isidro en Meaño, cuya imagen hoy permanece en la iglesia pero cuya celebración ha desaparecido, ¿fue una iniciativa de la Hermandad Sindical?

–No, era una fiesta muy arraigada de antiguo en Meaño y tenía mucho seguimiento por parte de los labradores. Lo que sí hizo la Hermandad fue asumir el festejo y darle un empujón, con fuegos y hasta trayendo una banda de música, generalmente la de Meaño y, en ocasiones, Castrelo. El presidente Marcial Iglesias dedicaba cada año mucho dinero de la cooperativa a la fiesta de San Isidro. Luego, se decidió la construcción de un nuevo local, que se erigió en el Campo da Feira en el centro de Meaño, y que pasó a actuar ya como Cámara Agraria Local. La obra se acometió en los años 70, de manos del cantero José Iglesias, y esa casa se financió con los fondos, que a lo largo de los años fuera recabando la cooperativa San Benito. A la par se fue sumando una aportación de los labradores que se mantuvo durante años, en base a una módica cuota de 25 pesetas al año.

–¿Creó usted muchos vínculos con los labradores a lo largo de sus 40 años ligados a la Hermandad?

–Fueron vínculos profesionales a la par que afectivos, en mi condición de vecino del municipio y también como labrador. Yo les iba cumplimentando cualquier impreso o documento, con los datos que me daban y que tenían que presentar. Era una labor sencilla para mí, pero que para ellos, al no saber escribir, era un obstáculo enorme.

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