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El vilagarciano inmunizado en Rusia: “Aquí la mascarilla no es obligatoria y casi nadie la usa”

Juan Oliveira, ayer en un hospital de San Petersburgo.

Dentro de pocos días Juan Oliveira ya estará inmunizado contra el COVID. Pero no gracias a la Pfizer ni a la AstraZeneca, sino a la Sputnik, la vacuna rusa que se ha inoculado en su ciudad de residencia desde hace cuatro años, San Petersburgo.

Este vilagarciano de 31 años recibió ayer la segunda dosis de la vacuna y a lo largo del día no tuvo efectos secundarios, al contrario de lo que le ocurrió con la primera inyección, hace unas semanas. En aquella ocasión había tenido fiebre y malestar general durante toda la noche.

La cita también fue diferente. “Fue todo rápido, pero un poco más caótico que la primera vez. Ahora había más gente. De 9.00 a 12.00 horas nos atendían a los de la segunda dosis, pero se colaron algunas personas de la primera y estábamos mezclados. Nos mandaron a tres salas diferentes, donde comprobaban la documentación y nos tomaban la tensión antes de vacunarnos”, relata el joven.

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Juan Oliveira, el vilagarciano que se ha administrado la vacuna rusa Cedidas

Para conseguir el justificante conforme está vacunado tampoco lo tuvo fácil. “Me dijeron que se publicaría en internet, en la página de los servicios al ciudadano, pero no me fiaba demasiado. Le pregunté a varias enfermeras y médicos y después de pelear un poco logré que me redactaran el documento”, cuenta este joven profesor que ha abierto su propia escuela en San Petersburgo de la mano de su esposa Katya, una mujer de origen siberiano por la que ha decidido quedarse en la gélidas tierras rusas.

"Como si n hubiese pandemia"

La pandemia de COVID se está llevando en Rusia “como si no hubiese pandemia”, resume el vilagarciano.

Como ejemplo, apunta que la semana pasada hubo puente en su ciudad y el y Katya decidieron hacer una escapada a un hotel con spa: “Estaba lleno, tanto la piscina como los jacuzzis y las saunas. Un auténtico hervidero”.

Juan y Katya eran casi los únicos que llevaban mascarilla. “En el hotel nadie la tenía y en la calle muy poca gente”, cuenta. Y es que en Rusia la mascarilla no es obligatoria (por tanto no hay mutas), solo se recomienda. Y si a esto sumamos que el número de casos de coronavirus continúa descendiendo, la población se relaja. “Estamos a unos 900 al día, cuando hace tres semanas eran 1.500”, indica Oliveira.

Desinfección

No obstante, el arousano deja claro que él sigue las pautas dadas por el Gobierno ruso. “Gel antiséptico en la entrada y en los baños y mis clases no tienen más de doce estudiantes. Desinfectamos y airemos las aulas después de cada sesión y tenemos purificadores de aire, pero lo cierto es que hay muy poca gente que se ponga la mascarilla en clase. Yo voy a seguir usándola”, avanza.

Gel antiséptico en la entrada y en los baños y mis clases no tienen más de doce estudiantes. Desinfectamos y airemos las aulas después de cada sesión y tenemos purificadores de aire

Juan Oliveira - Vilagarciano residente en San Petersburgo

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Para quedar inmunizado con la Sputnik, debe esperar “en teoría entre una y dos semanas”, sostiene el profesor de idiomas.

Cuando se inyectó la primera dosis de la vacuna, había muy pocos ciudadanos interesados en administrársela: ni colas ni esperas. De hecho Juan y Katya pidieron cita un viernes y se vacunaron un lunes. Allí la vacunación está abierta a toda la ciudadanía sin establecer grupos de riesgo prioritarios como ocurre en distintos países de Europa.

Ahora la demanda ha crecido. “Desconozco el motivo, pero imagino que será para poder viajar al extranjero sin problemas, a los países abiertos que están abiertos con Rusia”, intuye Oliveira.

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