El de ayer no fue un martes de carnaval cualquiera en Vilagarcía. Para siempre será recordado como uno de los más tristes porque además de la dichosa pandemia deja también la partida definitiva de Chano. Una de esas personas que ya formaba parte de la idiosincrasia local con su aspecto característico, siempre elegante y con una educación que revelaba su estirpe.
Luciano Buhígas Pérez se despidió para siempre a los 77 años. Un ejercicio, el del saludo y el despido, en el que nadie podía igualarle. Siempre tenía una palabra amable para aquel o aquella que le correspondiese, e incluso para los que no, con una capacidad de recursos en el halago y en la conversación que le convertía en único. Ni siquiera el paso de los años menguó su ingenio, porque debajo de aquel sombrero y aquella encorvada figura, había alguien que supo ganarse el respeto, el cariño y la admiración por como era y no por lo que tuvo.
Descendiente de una familia influyente en la sociedad vilagarciana y con un poder económico fuera de toda duda, los reveses de la vida fueron alejando a Chano de todo aquello con lo que se crió de niño, a excepción del cariño que siempre supo granjearse en los mejores y, lo que es más difícil, también en los peores momentos.
Con una presencia que nunca pasaba inadvertida, gozaba también de una memoria prodigiosa para los nombres
Con una presencia que nunca pasaba inadvertida, gozaba también de una memoria prodigiosa para los nombres. Detallista como pocos, siempre tenía una palabra para regalar a algún oído, especialmente si se trataba de una dama. Si luego era correspondido con una ayuda o una invitación al otro lado de la barra de un bar, solo él sabía la emoción que le hacía sentir.
Sus últimos meses fueron alejados de las calles de una Vilagarcía que recorrió durante décadas de principio a fin. Una presencia que ya no volverá y que muchos despiden de manera sincera y profusa, siendo ellos los que digan adiós al que siempre hizo de la educación y el respeto un modo de vida.
