Juan Francisco Prieto Cacabelos ya está en casa, tras una de sus agotadoras rutas cicloturísticas. Esta última empezó el 24 de agosto, cuando salió de su casa de O Grove rumbo al norte, y terminó ayer, tras dar una vuelta perimetral a la península Ibérica. En total, Prieto Cacabelos completó 4.175 kilómetros en bicicleta. Pedaleó los 36 días del viaje, a una media de 115 kilómetros diarios.

Juan Francisco Prieto, conocido como "Pichi" en O Grove, tiene 56 años y se dedicó durante mucho tiempo a la dirección y la puesta en marcha de casinos. En esa época viajó mucho. En la actualidad, tiene un trabajo más sedentario, pues ayuda a su madre en la pulpería familiar, pero sigue viajando mucho.

Prieto Cacabelos jugó al fútbol de joven. Al retirarse de los casinos volvió a hacer fútbol, pero se lesionó, y un amigo le condujo al mundo del ciclismo. "Pichi" lo probó, y quedó prendado de él. En noviembre de 2015, su amigo Xabier Villa le llevó a hacer el Camino Francés a Santiago, y a "Pichi" le gustó tanto la experiencia que desde entonces no ha parado de hacer cicloturismo. Ha completado todos los Caminos a Santiago principales, incluido el primitivo francés desde Ginebra, en Suiza. En enero pasado hizo 1.500 kilómetros por la inhóspita Patagonia chilena en compañía de dos amigos.

La pandemia le obligó a modificar sus proyectos, y decidió recorrer la Península Ibérica. Lo ha hecho en una bicicleta de montaña con dos alforjas laterales y una bolsa en el manillar. Allí lleva todo lo que necesita, incluida una tienda de campaña y una pequeña cocina portátil, para ser autosuficiente durante el viaje, aunque algunas noches se deja vencer por la tentación de dormir en una cama y de aliviar las piernas cansadas con un baño de agua caliente, y se hospeda en un hostal.

El Ebro, Doñana...

Tras salir de O Grove, Juan Francisco Prieto hizo el Camino Inglés a la inversa; al llegar a Ortigueira torció hacia el Este y tomó el Camino del Norte, hasta Unquera. En la población cántabra se desvió hacia el nacimiento del río Ebro, y ya no se separó de su curso hasta su desembocadura en el Mediterráneo. Bajó hacia el sur, y en Málaga le advirtieron de los riesgos de la carretera de la costa, por lo que subió hacia la sierra de Ronda e hizo el popular Caminito del Rey.

Tras pasar por las provincias de Cádiz y Huelva, entró en Portugal por Ayamonte, y después bordeó toda la costa lusa. Una larga odisea en la que también hay momentos para la duda, el cansancio y el desaliento. "A veces me pregunto qué es lo que estoy haciendo, pudiendo estar tan tranquilo sentado en el sofá, pero cada año que pasa pienso menos en eso".

Al hacer balance del viaje por la península Ibérica, afirma que, "lo que más me gustó, sin duda alguna, fue pedalear por la playa de Doñana. Fue una experiencia muy bonita, increíble, espectacular. Y lo que menos fue el mar de plástico de Almería. Ver a la gente trabajando en las condiciones que hay allí".

El domingo durmió en Vigo. Ayer lunes se despertó sabiendo que le quedaba una de las etapas más livianas, de solo 66 kilómetros. Sin embargo, fue la que más le costó. "La cabeza se levantó pensando que ya estaba en casa, y no era así".