Alberto Barral, técnico de campo de Condes de Albarei, considera que la cosecha de este año será algo más abundante que la de 2019. Eso sí, señala que los rendimientos por parcela son muy irregulares, ya que por un lado se han detectado viñedos muy dañados por las plagas de mildiu y, por otro, hay fincas, "con un 20 por ciento más de producción".
Debido a esa heterogeneidad, no será sencillo calcular los rendimientos este año, si bien Barral tiene la impresión de que al final habrá algo más de uva que en 2019.
Paula Fandiño comparte la misma impresión, y afirma que "esperamos una cosecha abundante". Otro aspecto en el que coinciden Barral y Fandiño es en que el tiempo seco y soleado de las últimas semanas ya le empieza a hacer más mal que bien a las plantas. "Estamos muy preocupados porque hay parcelas en las que ya se detecta estrés hídrico", sostiene el técnico de Condes de Albarei.
Un estrés que no se debe solo a la falta de lluvias, sino también al viento del noreste, que seca todavía más la planta. Barral también llama la atención sobre el hecho de que, "las previsiones a medio plazo no dan agua".
Esta situación meteorológica de sequía y mucho calor también puede repercutir en la maduración óptima de la uva. Inicialmente, el calor ayudó a disparar la evolución del fruto, y en estos momentos se cree que la vendimia incluso podría empezar a finales del mes de agosto. Sin embargo, la enóloga de Mar de Frades sostiene que si no llueve algo en los próximos días o semanas, el calor podría pasar de ser un aliado a un enemigo e impedir el desarrollo adecuado de las plantaciones.
Hay que tener en cuenta que en Rías Baixas todavía son muy pocas las explotaciones que cuentan con sistemas automatizados de riego. La mayoría de las fincas están en terrenos de secano -cuando no en faldas de montes, con un suelo más pobre y pedregoso-, lo que las hace más vulnerables en caso de sequías muy prolongadas.
