-El terrorismo yihadista ha instalado con fuerza en Occidente el temor hacia el mundo musulmán. ¿Donde está la frontera entre la fe y el fanatismo?

-Más que fanatismo, yo hablaría de extremismo. Los misioneros católicos en África dicen que la convivencia allí entre cristianos y musulmanes transcurre sin ningún problema, hasta con quienes siguen a rajatabla el Corán. Incluso se ayudan los unos a los otros. Pero allí donde están los radicales, la Iglesia sufre ataques constantes. Para esos musulmanes extremistas, todo lo que hace Europa lo hace la Iglesia Católica. Por ejemplo, cuando Francia los atacó, ellos lo atribuyeron a la Iglesia. Puede haber diálogo y entendimiento entre todas las religiones, pero con los extremistas no, porque ellos mismos niegan completamente esa posibilidad. Hace un tiempo leí que un imán se había convertido al cristianismo, y que su propia familia lo mató. Para nosotros puede ser algo increíble, pero es algo que sigue pasando en muchos países.

-¿Son los escándalos de abusos sexuales la gran mancha de la Iglesia en el momento actual?

-Por supuesto que se trata de una gran vergüenza para la Iglesia. Pero también tenemos que pensar en que se trata muy a menudo de episodios que sucedieron hace ya muchos años, y que aunque se hable de Iglesia, no siempre se trata de la católica.