El salón de actos de la Cofradía de Vilaxoán acogió este fin de semana una nueva edición de su tradicional y veterano Festival de Panxoliñas. Pero no fue un festival cualquiera, sino el que conmemoraba el 50 aniversario de esta singular fiesta de la música navideña.

Todo empezó en 1968. Seis años antes, Máximo Patiño Méndez había fundado la coral de Vilaxoán, y en ese 1968 decidieron entre todos hacer un festival de villancicos, ya que existía en la localidad la tradición de salir a cantar por la calle estas composiciones navideñas. En Vilaxoán siempre hubo una gran tradición musical, de ahí que hubiese grupos que salían a entonar los villancicos organizados por vecinos de calles y plazas. Así que Patiño y los demás integrantes de la coral concibieron un festival competitivo con premios económicos. Lo bautizaron como Concurso Popular de Villancicos.

Luis Cardalda recuerda de aquellas primeras ediciones que eran lógicamente de medios muy modestos. El pósito todavía no tenía un salón de actos digno de tal nombre, y como en Vilaxoán no existía ningún edificio público adecuado para un festival de música multitudinario, éste se hacía en plena calle, en lo que hoy es la plaza Rafael Pazos. "La gente tenía que llevar sus propias sillas, y se hacían unos braseros con leña en unos bidones para que la gente no pasase frío", rememora Cardalda, vinculado a la coral Máximo Patiño y a la comparsa "Marajota e Media".

Los únicos que podían disfrutar de una cierta comodidad eran los miembros del jurado, que estaban situados en la primera fila, tras una mesa alargada. Formaban parte del mismo las "fuerzas vivas" de aquella localidad marinera de finales de los años 60, como eran el médico, el farmacéutico, el cura, el maestro y el director de la coral.

El festival de villancicos de Vilaxoán creció pronto, tal vez porque era el único de esas características que se celebraba en sus alrededores. Comenzaron a llegarles ayudas públicas y de empresas del pueblo -Vilaxoán tuvo un pasado industrial esplendoroso vinculado al mar, hoy ya inexistente-, y eso permitió ofrecer premios económicos de vértigo a los mejores grupos. Una situación que atrajo a grandes corales de toda Galicia. Incluso tenían que repartir las formaciones por tramos de edad -infantil, juvenil y adultos- y los conciertos duraban a menudo más de tres horas.

Ya sin premios

Con el tiempo, sin embargo, dejaron de darse los premios, y el Festival de Panxoliñas de Vilaxoán entró en una nueva etapa. Ahora, en su vertiente ya no competitiva, es un certamen de nuevo reservado para los grupos locales.

El sábado abrió el festival el grupo del colegio público; tras ellos, subieron al escenario Os Meniños do Campo, una pandilla de chavales que conservan la costumbre de quedar en la calle para jugar; continuó el coro Avelaíña, que interpretó la pieza más aplaudida por el público; y cerraron el festival en sí As do Xeito.

Finalmente, la coral Máximo Patiño ofreció su tradicional festival de Navidad, compuesto por villancicos populares. Fue la guinda a una fiesta de la música que duró más de dos horas, y que había comenzado con un minuto de silencio en solidaridad con las víctimas del Sin Querer Dos, ya que Vilaxoán es un pueblo que, como Cambados, mira al mar.