La festividad de Todos los Santos y Difuntos supone, para las floristas, algo similar a lo que es Pascua para los panaderos. Una época en la que a menudo se ven desbordadas de trabajo. María Delia Fontán no es capaz de responder a la pregunta de por cuánto se le multiplica el trabajo en esas fechas. "Esos días hay muchísimo trabajo, cuatro, cinco, seis veces más que una semana normal. Es una exageración". La vilanovesa añade que "durante tres días no voy a cama para nada", y que por mucho que en casa le echen una mano, el grueso de las tareas siguen recayendo en ella, pues se encarga de hacer los centros y de atender el punto de venta. "Si la gente va y encuentra a una persona que no conoce, ya no para. Tiene que estar la persona que conocen de todo el año".

Begoña Miguéns dice a su vez que "durante esos días descanso lo que el cuerpo me soporta. Si me llega una hora, pues una hora, si no, dos". La vilagarciana declara que "yo no soy capaz de dormir con la preocupación de que me venga una persona y no me haya dado tiempo a tenerle listo su encargo". Apunta que la preparación de los centros puede llevar una media de un cuarto de hora -ese tiempo varía mucho según el tipo de flor utilizado y las dimensiones-, y que a partir del domingo 28 ya empezará el aluvión de trabajo.

Isabel Rodríguez, por su parte, no es floristera, por lo que sus tiempos son diferentes a los de Fontán y Miguéns. Ella plantó a finales de junio, y ya empezó a distribuir su flor en la segunda semana de octubre. Ahora ya ha pasado lo más gordo, "y entre el martes y el miércoles de la semana que viene terminaré de entregarlo todo".

En cualquier caso, y aunque para los productores y las tiendas la campaña ya haya empezado hace unos días, y algunos ya estén casi en plena vorágine, no sucede lo mismo para los consumidores. Y es que, en Difuntos, es mucha la gente que espera a reservar sus encargos durante la última semana.