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Ramón Rodríguez porta un capazo con cereal, con el molino de Chantada a sus espaldas. // Noé Parga

El último "muiñeiro" de O Salnés

Ramón Rodríguez ha enseñado a miles de personas en la última década y media como se molía el maíz y como se elaboraba el pan en los viejos molinos de río de Ribadumia

El primer recuerdo que Ramón Rodríguez Galiñanes tiene de los molinos de río de Ribadumia es el de los domingos en los que hacía novillos en la iglesia y se iba a ver como los hombres picaban la muela y el pie de piedra para que moliesen mejor. "Mi abuela era muy religiosa y nos mandaba a misa, pero cada tres domingos, más o menos, había que picar la muela y el pie, y yo era escuchar a los hombres trabajar allí y ya me escapaba para allá".

Ramón Rodríguez es, posiblemente, el último "muiñeiro" de O Salnés, aunque en términos estrictos él nunca fue molinero. La mayoría de los molinos que se conservan en la zona de Ribadumia son de "parceiros", lo que significa que su propiedad era compartida entre muchas familias, que tenían unas horas determinadas al día para moler el cereal y hacer harina. En ellos, cada familia molía exclusivamente su grano, y no el de los demás, como se hacía en los de "maquía".

Pero Rodríguez Galiñanes puede considerarse el último "muiñeiro" de la comarca porque es quien suele estar en el molino de Chantada para ponerlo a funcionar y cocer unos bollos de pan cada vez que un colegio o una asociación encargan una visita guiada al Ayuntamiento de Ribadumia para conocer esta joya etnográfica que adorna el comienzo de la Ruta da Pedra e da Auga desde que a principios de siglo la Mancomunidade do Salnés rescató estas viejas construcciones de piedra de la selva de zarzas y maleza que las estaba tragando. Hubo un tiempo en que molía para turistas y vecinos curiosos todos los domingos por la mañana.

Ramón Rodríguez es, por tanto, testigo de un mundo pasado, definitivamente perdido. Pero no en su memoria, que todavía conserva las imágenes de la laboriosa cosecha del centeno, y de las bollas de pan, las "papas", y las empanadas que se hacían en casa. "Aquel pan caliente era especial. Conservaba un aroma... El pan de ahora no tiene aroma. Antes, por el olor sabías donde había una panadería desde dos kilómetros antes. Hoy, pasas por su lado y no te enteras", afirma.

Ayudó a reconstruirlos

Ramón Rodríguez nació hace 75 años en el lugar de Muiños Novos, en la parroquia de Barrantes. Su familia era "parceira" en dos molinos, uno situado en la aldea donde residían, hoy desaparecido pues lo devoró la vía rápida a Cambados, y otro en Barrantes, muy cercano al de Chantada, y conocido como de O Con. Por lo general, los días que les tocaba moler, trabajaban unas seis horas.

Hacían harina de maíz y de centeno. "El centeno hacía falta porque era lo que le daba consistencia a la masa. Pero sobre todo lo que plantaba la gente era maíz, aunque aquella planta era la autóctona y producía poco, no era como ahora".

Era un trabajo duro y se perdían muchas horas, pues se hacía casi todo a mano, desde "mallar" el centeno hasta "escrouchar" las espigas de maíz. Después se llevaba el grano hasta el molino a pie, con la ayuda de algún animal de carga en el mejor de los casos. Quizás por ello, cuando en los años 60 empezaron a llegar los molinos eléctricos, la gente acudió en masa a comprarlos. Ese fue el inicio del fin de los de río. "Después se dejó de hacer el pan en las casas, y las vacas las hicieron desaparecer", añade el ribadumiense.

Así fue como, poco a poco, los molinos se hundieron en el olvido y en la ruina. Primero se cayeron los tejados; después algunas piedras de las paredes. Hasta que a principios de los 2000 surgió el proyecto "A Segorella", una de las iniciativas comarcales más importantes de los últimos 20 años, que acabaría transformando para siempre una parte del rural de O Salnés, con la creación por ejemplo de la Ruta da Pedra e da Auga. Ramón Rodríguez participó en esa reconstrucción como carpintero.

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