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Emilia Pardo Bazán y la leyenda del burro de A Toxa

La escritora contó la historia del animal enfermo que sanó gracias a los fangos de la isla

El recién nacido "Bazán" junto a su madre, "Emilia". // Muñiz

La leyenda del famoso cuadrúpedo nace de la tradición oral que escuchara Emilia Pardo Bazán de la voz de algún grovense en algún momento de finales del siglo XIX y que sabemos, por otro lado, que tiene una interesante base real y acabó transformándose en cuento y leyenda de mano de la escritora.

Emilia Pardo Bazán, en el año 1894, aún no había visitado la isla y lo que conocía de ella era lo que otras personas le habían contado, y no precisamente todo lo bueno que sus aguas producían en los enfermos. Aunque la isla disfrutaba de una situación de las más poéticas y admirables de España, el viaje era insufrible.

Mensajes de los enfermos

Los mensajes de los enfermos que llegaban a Madrid de unas recuperaciones sin parangón, como si de milagros se tratara, no le hacían olvidar el hecho de que los que fueran a A Toxa tendrían que resignarse a viajar en tren, en diligencia y en dorna o barca chata, para alojarse sin confort y sobre todo, encerrarse en una isla.

Ya culminando las postrimerías del siglo XIX la condesa de Pardo Bazán ya había visitado la isla y lo que había comentado anteriormente por oídas, pudo definitivamente comprobarlo en el lugar.

De aquella impresión y de lo que recogería de la tradición oral, escribirá un histórico relato en septiembre de 1899 publicado en la revista catalana "La Ilustración Artística", cuyo título fue "Salud en el fango-La Toja".

La escritora legará así uno de los relatos que más ha calado en las generaciones posteriores de grovenses junto con el otro del Padre Sarmiento, el de la higuera, que nos identifica desde el siglo XVII como mecos.

Dos leyendas

Dos leyendas, una de reciente creación si la comparamos con la leyenda de "A Figueira do Meco", pero que juntas hermanan una identidad cultural única, una memoria colectiva que nos explica y nos concibe de forma diferente.

Una intrahistoria, como definía Unamuno, que quedó patente en el momento en que Emilia Pardo Bazán decidió rescatarla de la tradición oral para legarla de forma imperecedera a través de los tiempos.

Cuando en Andalucía quieren expresar la aridez y ruindad de un predio, dicen que solo sirve "para revolcadero de un burro". Pues bien: "en La Toja se reconoció el tesoro que la isla contenía, por haber servido de revolcadero de un burro precisamente. Cuenta la leyenda que en El Grove, aldeíta de la costa fronteriza, un aldeano poseía un borrico tiñoso, tan pelado y tan cubierto de costras y mataduras que daba horror.

Apiadado su dueño, no queriendo matarle, le abandonó en la isla; y grande fue su asombro al encontrar, a la vuelta de algún tiempo, un rucio sano, gordo y sin mácula, y al observar que el animal tenía costumbre de revolcarse en cierto charco fangoso, donde surtía un chorro de agua hirviente. De este descubrimiento al ensayar el remedio en el ser humano poco va; y al ver que el hombre enfermo se curaba igualmente, descubiertas quedaban las virtudes de estos barros".

En el año 1913 aproximadamente se publicará una guía turística del Balneario de A Toxa en la que escribirá la Condesa y, algunos médicos de renombre nacional, con la intención de difundir las virtudes salutíferas del manantial y sus instalaciones. En ese folleto reaparecerá por segunda vez la leyenda del famoso burro en un artículo al que titulará Transformación.

Los manantiales eran desconocidos. No fue un hombre quien, por vez primera, denunció sus virtudes medicinales. A diferencia de otras fuentes, conocidas ya de los romanos, estimadas en la Edad Media, perdidas después, dejando una vaga tradición que influyó para volver a encontrarlas -y las de Mondariz están en ese caso- las de La Toja se sumieron siempre ignoradas bajo el suelo al cual afloraban inútilmente.

Un cuadrúpedo tiñoso

El Colón de este nuevo mundo de la salud fue?un borrico. Un verdadero borrico, cuadrúpedo, cubierto de mataduras y de tiña, al cual abandonaron, por no acogotarlo, en la isla desierta. Y, a la vuelta de algunos meses, cuál sería la sorpresa del dueño al encontrar, en vez del esqueleto mondo, al jumento sano, retozón, y con un pelaje lucio que envidiaría la cabalgadura de Sancho Panza. La causa se adivinó. El animal se había revolcado en salutíferas ciénagas. Sus lacras desaparecieron. Y no se le elevó una estatua, más merecida que la del perro viviseccionado de Inglaterra.

Con el nacimiento del borrico "Bazán", han transcurrido más de cien años desde que por primera vez Emilia Pardo Bazán contó la leyenda del burro de A Toxa, y su alumbramiento hace unos días no es simplemente la llegada de un nuevo équido a la vida ociosa que ya llevaban sus padres.

Reafirmar nuestra historia

Su nacimiento trasciende más allá de todo ello para realmente volver a reafirmar nuestra historia, nuestras tradiciones y el legado que han transmitido nuestros abuelos y bisabuelos a lo largo de más de un siglo de historia común.

Es un símbolo más de un ideario que nos incide en que no olvidamos ni dejamos olvidar nuestras tradiciones ni el legado histórico de un pueblo. La saga de los Bazán ha comenzado.

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