La práctica del submarinismo en aguas de la ría de Arousa obliga a tomar una serie de medidas de protección que, en este caso, no llegaron a cumplirse de forma adecuada.

Entre ellas destaca la de no hacerlo nunca solo, sino en pareja, medida cuyo objetivo es evitar precisamente la posibilidad de que uno de los dos submarinistas pueda quedarse enganchado en una red, como le ocurrió aquel fatídico 11 de abril de 2010 a Beatriz García. Otro elemento indispensable es un cuchillo para poder hacer frente a este tipo de situaciones, para conseguir liberarse en caso de quedar enganchado. Aunque la actuación de los monitores fue bastante rápida, al percatarse de la ausencia de Beatriz García, no sirvió para evitar el fallecimiento de la mujer, de 37 años de edad.

La propia sentencia reconoce que no se guardaron las normas elementales de precaución profesional, especialmente cuando se localizó la presencia de redes en la zona en la que estaban buceando los integrantes del grupo que se encontraba a cargo de Ángel R.P. en ese momento. Las normas de seguridad le obligarían a alejarse de la zona o abortar la práctica para evitar un desenlace como el que ocurrió posteriormente.