José Luis Escalante González, biólogo marino, investigador y actualmente director del Museo de la Pesca y la Salazón, prepara un nuevo trabajo, esta vez para la Diputación de Pontevedra, relacionado con la historia de O Grove, el trabajo que se hacía antaño en las fábricas salazoneras y todo lo relacionado con el entorno natural y museístico de Punta Moreiras.

Empieza explicando que la ensenada de Moreiras y Meloxo "recibe las aguas limpias, frías y ricas en oxígeno y plancton que entran por el sur de la ría después de rozar el fondo de la plataforma continental. Es por esta privilegiada ubicación que sus arenales, que quedan al descubierto en su mayor parte con las bajamares, son muy ricos en almejas y berberechos".

Pegadas a las rocas que forman pequeños islotes "aún en la actualidad pueden encontrarse enormes ejemplares de ostras, molusco apreciado en todas las épocas históricas y cuyos bancos alcanzaron hasta mediados del siglo XX gran importancia en esta ensenada".

Escalante añade que la ensenada está "abierta a los vientos del noroeste, cercana a la boca de la ría de Arousa pero con recodos de abrigo y atraque, antiguos puertos que ya sirvieron en el pasado de refugio a pescadores y posiblemente salazoneros de la villa romana que se levantaba hace casi 2.000 años sobre la playa de A Labajeira".

Según el biólogo, "a pesar de la evidente escasez de recursos pesqueros que en la actualidad se aprecia en las rías (especies como la anguila o la solla, abundantes hasta hace pocos años en esta ensenada, han desaparecido), y que el puerto natural ha sufrido diversas modificaciones en el último siglo, aún podemos encontrar relativa abundancia de bivalvos, nécoras, sepias, camarones o bancos de pequeños sargos y mújeles".

También alude a los delfines, que "visitan diariamente el abra llegando en sus juegos hasta los fondeaderos", antes de explicar que en Porto Meloxo, "en la actualidad refugio de una importante flota de barcos dedicados al cultivo del mejillón, se sitúan depuradoras, cetáreas y las ruinas de varias fábricas conserveras que hasta hace poco empleaban gran cantidad de mano de obra, en su mayoría femenina y procedente de los lugares cercanos Meloxo y Reboredo".

Haciendo memoria y rebuscando en los libros de historia, José Luis Escalante González apunta que "las mujeres de San Vicente cruzaron este arenal, el Esteiro de Moreiras, durante dos siglos, para trabajar en largas jornadas, en las salazones primero y luego, en las conserveras de enlatado".

Así las cosas, argumenta que "las villas salazoneras documentadas o excavadas en la península de O Grove son muestra de una importante actividad pesquera en la antigüedad".

Pero resultó que durante la Edad Media "las frecuentes incursiones de normandos y sarracenos hicieron que los pobladores de estas costas dieran la espalda al mar", y en este sentido resulta significativo "el hecho de que el antiguo lugar de Meloxo, formado en la actualidad por una cincuentena de casas, se esconda tras la elevación del Monte da Serpe, que además de proporcionarle eficaz abrigo de los temporales invernales lo protege de la vista de los navíos que se adentraban en la ría".

Llegado a este extremo, Escalante considera interesante apuntar, para entender cómo debió ser el paisaje tiempo atrás, que "tanto el topónimo Meloxo como el de Reboredo hacen referencia a los bosques de robles que probablemente debieron abundar en estas orillas".

A partir del siglo XIII "se fueron creando pequeños puertos en toda la ría, entre ellos el de Os Groves, y las salinas otrora romanas del Salnés pasaron a depender del Iglesario. Aunque no es hasta finales del siglo XVIII cuando comienzan a aparecer sobre las playas de Porto Meloxo y Moreiras, perteneciente esta punta al lugar de Reboredo, parroquia de San Vicente de los Groves, las primeras edificaciones, de estilo mediterráneo, que constituyen importantes bases salazoneras instaladas por los fomentadores, en su mayoría de origen catalán".

En 1815 "ya funcionaban, según Meijide Pardo, 15 factorías dedicadas a procesar sardina en salazón mediante el método, importado también desde Cataluña, de prensado del pescado, para retirar así el aceite evitando que se enrancie, después de sumergirlo totalmente entero (sin eviscerar) durante 15 días en una salmuera saturada".

Ya en la actualidad, en el entorno es posible "reconocer restos y estructuras de ocho fábricas de salazón, o almacenes, como los denominan los lugareños, en Porto Meloxo, así como cuatro en Punta Moreiras".

Al hilo de esto, el director del Museo de la Salazón manifiesta que "cuando los fomentadores catalanes llegaron a Galicia el arte para la pesca de sardina más usado en O Grove era el xeito, red de deriva donde mallan las sardinas en su camino bordeando la costa".

Fueron los catalanes los que "introdujeron, no sin polémica, una gran red, más eficaz, de tiro a la playa que cercaba los bancos de peces próximos a los arenales arrastrándolos a tierra, la xabega".

En cuanto al trabajo en estos salazones de los siglos XIX y XX, dice que "se desarrollaba durante los meses de verano y otoño. Las 40 o 50 mujeres que componían la plantilla femenina se encargaban del transporte de la sal, de elaborar la salmuera que sería introducida en los lagares, de transportar el pescado desde los barcos, incluso metiéndose al mar si fuera preciso, de lavar y estibar la sardina en los cascos".

Los hombres -cinco o seis toneleros y un par de aprendices-, "permanecían todo el año en la fábrica a las órdenes de un 'factor' o encargado construyendo los recipientes de madera: tabales, panderetas y tambores".

Cabe apuntar que "en el año 1845 Pascual Madoz recogía en su diccionario geográfico, estadístico e histórico una población de 1.432 almas para la parroquia de San Martín del Grove, y de 252 para la de San Vicente. Podemos deducir, y existen noticias que lo corroboran, que durante esos años la totalidad de la población activa de estos puertos base de salazones trabajaba en torno a esta industria, ya fuera como operarios contratados con salario, pescadores, rederos y carpinteros de ribera, o bien como navegantes que distribuían el producto elaborado y envasado por todo el Mediterráneo, llegando con frecuencia los grandes veleros de estas compañías salazoneras a las costas americanas".

En los años de abundancia de sardina, continúa Escalante, "era frecuente que las tierras de San Vicente quedasen sin trabajar y se organizase delante de los salazones un mercado dominical de productos vegetales que llegaban en los galeones de la otra banda de la ría".

Dicho sea de paso, todos estos asentamientos de la industria salazonera "contaban con cantina o taberna donde recalaban marineros y trabajadores de la conserva".

"En torno a 1950 -concluye Escalante- las últimas salazones de la península de O Grove, en Meloxo, Moreiras, A Barcela y A Barrosa, dejaron de funcionar, dando paso a la conserva hermética de pescado y los productos congelados, que surgieron sobre algunos de estas salazones. El mismo personal masculino y femenino se reconvirtió a la nueva revolución industrial.