Un drakkar es una embarcación de eslora considerable, con escasa manga y de reducido puntal, o lo que es lo mismo, una nave alargada, estrecha, liviana y de poco calado.

Además, se propulsa por la fuerza de los remos que se reparten a lo largo de todo el casco, incorporándose con el tiempo un mástil para aprovechar la fuerza del viento mediante una vela rectangular, lo cual resultaba de gran ayuda a los remeros en las travesías más largas y complicadas, por ejemplo entre Frederikssund (Dinamarca) y Catoira.

Dicen los expertos y los historiadores que los drakkar solían construirse sin cuadernas, "superponiendo planchas de madera" y utilizando musgo impregnado en brea para tapar las juntas de unión entre las planchas".

Fue así cómo se construyeron barcos que siglos después son imitados hasta conseguir réplicas prácticamente exactas. Y ese es el caso del drakkar Torres de Oeste, de 17,5 metros de eslora y 2,5 metros de manga, 13 pares de remos -para una tripulación de 18 guerreros- y capacidad para seis toneladas de carga.

Es una nave que encierra buena parte de la historia de Catoira, y que incluso puede considerarse el más fiel representante de un acontecimiento de interés turístico internacional como la Romería Vikinga.

En los años noventa esta réplica de un verdadero barco guerrero vikingo -el Skuldelev V, que surcó los mares en el siglo XI- se convirtió en el gran atractivo del tradicional desembarco que se realiza cada primer domingo de agosto en Catoira, precisamente a los pies de las Torres do Oeste, de ahí el nombre con el que lo bautizaron.

Pero los años no pasan en balde, ni siquiera para una nave de estas características. Y más se notan la edad y el deterioro cuando en repetidas ocasiones un barco así es objeto del ataque de los gamberros, o mejor dicho, gentes sin escrúpulos que no dudan en destruir el patrimonio cultural de todo un pueblo.

Desde hace meses el Torres de Oeste está en el dique seco, refugiado de los rigores del invierno. La embarcación duerme en el interior de las naves de Cedonosa, la fábrica de cerámica borrada del mapa industrial hace cuatro años.

Allí permanecía el drakkar a la espera de ser sometido a una profunda remodelación, y parece que le ha llegado el momento. Finalmente el Concello de Catoira, propietario de la nave, ha decidido trasladarlo hasta el astillero de A Illa de Arousa que va a ocuparse de la restauración, tal y como indica el alcalde catoirense, Alberto García García.

"Se trata de un barco emblemático para el pueblo de Catoira, y dado que fue construido en los años noventa ahora no se encuentra en su mejor estado, por eso queremos hacerle una reparación importante; una puesta a punto para que vuelva a estar plenamente operativo y que pueda lucir en todo su esplendor durante el próximo desembarco", relata el propio regidor, quien cree que el traslado hacia A Illa puede producirse en los próximos días.

García aprovecha para insistir en la importancia cultural e histórica de esta embarcación, que el Concello ordenó construir para dar mayor esplendor a su Romaría Vikinga y que botó en el año 1993. Y no fue hasta la incursión fluvial de los bravos guerreros nórdicos escenificada en 2008 cuando el Torres de Oeste recibió el respaldo de un segundo drakkar propiedad de la Administración local.

Esa segunda nave es el Frederikssund -llamado así en honor a la ciudad danesa hermanada con el Ayuntamiento de Catoira-, que tiene 20 metros de eslora y 2,9 metros de manga, dando cabida a 27 tripulantes o guerreros vikingos.

Los drakkar del Concello, que comparten protagonismo con un tercero, en este caso perteneciente al Ateneo Vikingo, se utilizan tanto para escenificar el desembarco como para realizar programas culturales o rutas por el Ulla, como ya ha ocurrido en diferentes ocasiones.

Incluso suelen emplearse para acciones promocionales, por lo que muchos recordarán aún la imagen del drakkar Torres de Oeste trasladado en camión para navegar en el lado del madrileño Parque del Retiro, con motivo de una actividad promocional desplegada en la capital de España.