En muchos puntos de Galicia la palabra "taberna" se utilizó tradicionalmente para designar a aquellos establecimientos que eran tienda y bar a un mismo tiempo. La mayoría de estos locales han ido cerrando uno a uno, ahogados por los modernos supermercados o por la falta de relevo generacional.

En O Salnés todavía quedan unos pocos, aunque pronto serán menos. María Cristina Viñas Quintáns regenta uno de estos negocios, pero como está a punto de cumplir los 65 años, el cierre de su tienda es inminente. El establecimiento de Cristina Viñas está en As Martices (Cea, Vilagarcía), pegado a la carretera que sube hasta O Pousadoiro.

La mujer cuenta que por esa "taberna" pasaron tres generaciones, y que la primera dueña fue su abuela, Filomena Pérez Vázquez, que había llegado poco antes a Vilagarcía, procedente de Arzúa, en A Coruña. De eso hace prácticamente cien años. Luego tomaron las riendas del negocio una hija de Filomena Pérez, María Quintáns Pérez, y el yerno, Gonzalo Viñas Ponte. Los padres de Cristina.

La taberna de As Martices evolucionó mucho desde su nacimiento hasta la actualidad. Por ella pasaron diferentes etapas. Así, alquiló sus habitaciones a viajantes y obreros, y también funcionó como casa de comidas. Pero la principal nota diferenciadora ha sido quizás la conjunción entre tienda y bar.

Durante muchas décadas, en establecimientos como el de Cristina Viñas coincidían el mundo masculino de los que acudían al bar para tomar una copa, y el femenino de las amas de casa que se abastecían de alimentos, productos de limpieza y aseo personal, e incluso de prendas de ropa.

Al hablar de lo que pronto dejará atrás, María Cristina Viñas Quintáns no logra disimular cierta nostalgia. Sabe que el cierre del negocio es inevitable, porque sus hijos tienen sus carreras profesionales ya encaminadas y porque además este tipo de establecimientos han dejado de ser rentables.

"Antes se vendía mucho más. Había un tiempo en que nos teníamos que turnar para comer de tanta gente como nos venía", cuenta la mujer. Recuerda que los clientes llegaban andando desde aldeas situadas a varios kilómetros de distancia, como Saiar o Godos, en Caldas de Reis, y que mucha gente también iba porque en la "taberna" se instaló el primer teléfono de toda la parroquia de Cea.

Son muchos los recuerdos que asaltan a Cristina Viñas. Como el de las hojas y papeles en los que se apuntaban las deudas de los clientes, pues por aquel entonces mucha gente carecía de dinero en efectivo buena parte del mes, y los comerciantes solían fiarles. "Me da pena dejarlo porque yo nací aquí. Esto lo era todo para mí".