ESPECIAL 170 ANIVERSARIO

La culpa fue de Julio

Salvador Rodríguez.

Salvador Rodríguez.

Periodista y escritor

Cuando me inquieren acerca de cómo y/o por qué me hicieron mi primer contrato profesional en FARO DE VIGO, suelo responder: “La culpa fue de Julio Iglesias”. Claro que si Julio, o alguno de ustedes, lee la presente, y no acaba de percibir los vericuetos de la -en ocasiones, hay que reconocerlo- retorcida retranca gallega, la frase puede equivaler tranquilamente a un “Gracias a Julio Iglesias”. Les cuento:

En vísperas del Día del Carmen de julio de 1988, cuando apenas llevaba un par de semanas de prácticas en este periódico, al volver de una rueda de prensa en el Ayuntamiento de Vigo fui inmediatamente llamado al despacho del director, Ceferino De Blas, donde también estaba el subdirector, Javier Sánchez de Dios, quienes enseguida me pusieron al tanto de la novedad y requirieron mi movilización inminente. El fotógrafo, Jesús De Arcos, y este servidor, teníamos que ponernos en marcha (¡ya!) para acudir al aeropuerto de Peinador porque, según le había soplado un amigo a un administrativo de FARO, resulta que la avioneta de Julio Iglesias había anunciado su aterrizaje y, en Casa Simón, procedencia del soplo, aguardaban a los pasajeros de “El Pájaro Loco” con un menú de estos que abre el apetito hasta por las orejas.

Efectivamente, el “rumor” resultó cierto. Serían las 2 de la tarde cuando Julio, su pareja y su pandilla de amigos españoles habituales, incluido el entrañable Pepe Domingo Castaño, ponían pie sobre tierra. En la misma entrada/salida de Peinador, abordamos al cantante, que se mostró muy amable concediéndonos unos minutos, seguramente porque éramos el único medio de comunicación allí presente. Del breve diálogo mantenido apenas recuerdo un par de asuntos y la última pregunta:

-Oye, Julio: ¿Vas a actuar en la gala especial que prepara la Televisión de Galicia?

-¿Especial, qué especial?

-La del aniversario de la TVG, le informé (no recuerdo qué aniversario era ni tengo ganas ahora mismo de consultar el Google).

-¿Y quién va a actuar? ¿Stevie Wonder, Michael Jackson, Frank Sinatra…?

Negué: “No, esos no”.

-¡Ah, vale! Pues no, no voy a estar.

Acto seguido, él y su séquito se subieron a los taxis que los esperaban y confirmamos que la comitiva se dirigía a Cangas, al restaurante Casa Simón, donde les aguardaba una sala pulcra y gastronómicamente preparada para los ilustres visitantes.

De Arcos y yo aguardamos hasta que rematara el xantar, pero ya no obtuvimos ni una palabra más de Julio. Quien sí nos informó, y hasta nos pagó nuestra comida, fue su mánager. Y digo esto porque últimamente ha corrido el rumor de que todos se fueron de allí sin pagar, haciendo un simpa, ¡vaya! Cosa que casi me apresto a desmentir rotundamente: pagó el mánager.

Ese día salí, lógicamente, tarde de la Redacción. Ya estaba avanzada la medianoche cuando llegué a Bueu, y aproveché para darme un paseo por la verbena antes de regresar a casa.

A las 5 de la mañana del 16 de julio, escuchamos que alguien llamaba al timbre de la vivienda familiar. Era un policía municipal que me avisaba de que me habían robado coche. Tras un par de horas de incertidumbre, supimos que mi automóvil, un Seat 124 verde, había aparecido espatarrado sobre una viña en la que lo habían volcado los ladrones, que debían ser del tipo de aquellos de la película “Deprisa, deprisa” de Carlos Saura. En el cuartel de la Guardia Civil de Cangas, presto a declarar, fui a coincidir con el propietario del viñedo que, dirigiéndose al “guardia de guardia”, valga la redundancia, sugirió que “bueno, alguien tendrá que pagarme una indemnización por los destrozos ¿no?”, desviando la mirada hacia mi persona. Felizmente, nunca supe nada más de él.

Al día siguiente recibí efusivas felicitaciones de mis jefes, a los que por supuesto no les dije nada de lo del robo.

A todo esto puede que FARO no me hubiese contratado por culpa, o gracias, a Julio Iglesias, que hubiese otras razones, pero me gusta recordarlo así y, de paso, he aprovechado este hueco del 170 aniversario, para darles una noticia que nunca antes se había publicado en el decano y que ahora ve la luz, 35 y pico años después. Me refiero a la del robo y siniestro de mi coche, obviamente, no a la comilona de Julio y sus friends&girls, porque esta seica fue muy leída.