Si en "Leviathan" Zvyagintsev describe una sociedad degradada y a la corrupción como un monstruo presto a devorarla, ahora se enfoca, sin perder de vista lo social, en lo cercano, a la familia, que no podría resultar más lejana. La institución, en sus manos, muta en un sistema descompuesto y torcido donde los progenitores rehacen sus vidas como si su vástago en común fuese solo un efecto colateral. Hasta que desaparece. La lóbrega e inquietante "Loveless" prodiga su pesimismo y la indiferencia de sus protagonistas a partir de planos helados y gestos que los delatan (y nos delatan como sociedad), como la omnipresencia de los móviles, que aíslan más que comunican.
¿Quién puede no amar a un niño?